Dos sevillanos ciegos descienden a una cueva gracias a espeleólogos voluntarios

El Grupo Espeleosocorro Andaluz acompañó a Alberto Molinos y Luis Bullido demostrando la realidad de la espeleología adaptada e inclusiva. «La experiencia fue absolutamente increíble, palpé los surcos en la piedra y sentí la humedad del ambiente», explica Alberto

El sevillano Alberto Molinos descendió hace una semana 100 metros por primera vez a una cueva del Complejo de Motillas, en Cortes de la Frontera (Cádiz). Palpó los surcos que el agua ha ido dibujando en la piedra, sintió en los tobillos el río subterráneo que los acompañaba, también la humedad en el ambiente y cómo bajaba la temperatura a medida que descendía. Formaba parte de una actividad pionera, ya que gracias al Grupo Espeleosocorro Andaluz de la Federación Andaluza de Espeleología pudo participar, siendo ciego, en una actividad de este tipo de nivel medio-alto junto a otro compañero con ceguera de Sevilla, Luis Bullido.

Los participantes ciegos pudieron percibir la cavidad y sus peculiaridades

«La experiencia fue absolutamente increíble, no me lo esperaba», cuenta Alberto a Sevilla Solidaria, «me imaginaba la cueva más lisa y homogénea pero era irregular y contaba con zonas muy estrechas». En la actividad participaron el pasado 21 de mayo un total de 40 personas y contaron con la colaboración de la asociación Afoprodei. Espeleosocorro Andaluz puso en marcha diferentes equipos: uno logístico con un puesto de mando en la entrada, uno de comunicación para que desde cualquier punto de la cueva hubiera enlace con este puesto de mando, un equipo sanitario repartido en diferentes puntos de la cavidad, uno de evacuación encargado de la progresión y rescate, y, por último, un equipo guía encargado de la asistencia y guiado de los compañeros invidentes.

Este reto ha supuesto demostrar que la espeleología adaptada e inclusiva es posible. La actividad se ha tratado «de los primeros pasos de un camino aperturista, que cuenta las primeras páginas de una historia de superación y determinación ante la vida», explican desde el grupo, «todos los participantes de esta actividad coincidimos en que ha sido una experiencia increíble llena de momentos únicos».

Alberto Molina, de 57 años, nunca ha sido de quedarse quieto. Ha practicado ciclismo en tándem, participado en carreras por montaña y asfalto y, sobre todo, practicado senderismo, que le apasiona. También los últimos años se ha ido adentrando en este mundo practicando escalada o descendiendo en rápel, pero asegura que la espeleología nada tiene que ver.  «Hubo un momento en el descenso, justo al principio, en el que quedas colgando y sientes un pellizco en el estómago», asegura, «pero tras eso todo es disfrutar y disfrutar»

El descenso se produjo buscando la mayor autonomía posible

Tanto Alberto como Luis se valieron de una «barra direccional» en los tramos más amplios y en las zonas más estrechas o acuáticas tomaron como referencia las paredes guiados por los acompañantes. Todo buscando la mayor autonomía posible e incluso en los verticales y grandes desniveles descendieron realizando rápeles, tirolinas y rápeles guiados.

«Ha sido una manera de adquirir técnica por nuestra parte y ser aún más autónomos la próxima vez», explica Alberto. La única eventualidad ocurrió haciendo una parada en la zona más profunda de la cavidad, ya que los integrantes de Espeleosocorro Andaluz recibieron una llamada informando de un accidente grave en Almería, por lo que el grupo se organizó para finalizar de forma rápida y segura, de manera que dos de los sanitarios presentes horas después pudieron atender a una espeleóloga herida en la Cueva de la Gitana en Almería.

Luis Bullido, Bárbara JIménez y Alberto Molinos

«Aún queda mucho camino por recorrer en cuanto a inclusión en el deporte, se están dando pasos pero gracias fundamentalmente a personas o entidades a nivel privado», explica Alberto. Se refiere en esta ocasión a dos de los impulsores de la actividad, Bárbara Jiménez, especialista en deporte adaptado e inclusivo y Guía de Montaña para ciegos, y Bernardo Orihuela del Grupo Espeleosocorro Andaluz así como a todo el equipo de voluntarios que los acompañaron, demostrando que no hay barreras si existen las ganas y las herramientas adecuadas.

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