Cuando tu hogar durante el confinamiento es la residencia donde trabajas

Empleados de una residencia de Olivares para personas con discapacidad intelectual gravemente afectados deciden no salir de ella para evitar los contagios

Se habla mucho estos días de los héroes. Y ellos también lo son. Un total de 34 trabajadores de la asociación Asesubpro  han dejado en sus casas a sus parejas y, en muchos casos, hijos para pasar la cuarentena con su otra familia en la residencia que esta entidad tiene en Olivares para personas con discapacidad intelectual gravemente afectadas. Veinticuatro horas con usuarios que lo necesitan con el único fin de frenar lo máximo posible el posible contagio por coronavirus entre unos residentes que superan los 50 años como media y a lo que se le añade las patologías derivadas de su enfermedad.

«Cuando esto empezó en marzo lo primero que vimos suprimido fueron las visitas de familiares y la ayuda de voluntarios y personal de prácticas», explica Encarnación García, gerente de la residencia, «y sentimos miedo porque con tres turnos de trabajadores durante el día había un continúo movimiento que ponía en peligro a los residentes».

Fueron los propios trabajadores los que empezaron a hablar de permanecer en la residencia 24 horas, una idea que en un principio parecía «utópica». Pero el 24 de marzo ya no volvieron a sus casas esa noche 17 trabajadores, entre cuidadores, personal de cocina, limpieza y lavandería, para pasar una semana sin salir de allí. A los siete días, se turnaron por otro grupo de 17, y así durante seis semanas. Sólo 7 trabajadores habituales no se han unido a esta medida por sus circunstancias personales.

«Al final está resultando una experiencia muy bonita, nos da la oportunidad de estar más tiempo con los chicos y vivir la convivencia con los compañeros, es una manera de ahondar en ese sentimiento de familia que ya teníamos de antes», asegura Encarni. Y así han vivido la Semana Santa y la Feria de Abril, con múltiples actividades, procurando que los usuarios pasaran estos días con alegría. Esta semana tienen casetas en el patio y han puesto en marcha su particular «tren de la bruja» o el toro mecánico. Toda idea es bienvenida para pasar el tiempo y hacer reír a los usuarios, para hacerles más llevadero que no puedan salir como hacían antes ni recibir la visita de sus familias, aunque las vean por videollamada.

También estar entretenidos les sirve a los trabajadores, que no paran en todo el día, echándose una mano unos a otros. Encarni se emociona cuando piensa en su marido y sus dos hijos, de 17 y 15 años, y del apoyo que recibe de ellos. «Nuestras familias saben lo importante que es para nosotros esta residencia y quienes aquí viven», indica. También han recibido el cariño de sus vecinos de Olivares y de quienes les han donado mascarillas y se han ofrecido a ayudar en todo momento. La próxima semana estos héroes volverán a sus casas y a la rutina de siempre, en su particular desescalada, con los horarios que tenían antes de que se decretara el Estado de Alarma pero extremando las medidas de seguridad. A ellos, el coronavirus les trajo miedo pero los ha unido para siempre.

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