«Es tal el vínculo con los usuarios que antiguos trabajadores siguen viniendo como voluntarios»

La asociación Asesubpro de Olivares atiende a personas con discapacidad gravemente afectados con el objetivo de enriquecer sus vidas lo máximo posible

Cuando se traspasa la puerta de la residencia Nuestra Señora de la Esperanza, en Olivares, se entra en un hogar. Huele a cocina de casa. A puchero en invierno o a torrijas en Semana Santa. Y para aquellos residentes que no puedan masticar, se les tritura el dulce de miel. ¿Por qué no van a disfrutarlo siempre que su salud lo permita? Esa es la premisa en Asesubpro, una asociación destinada a mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad gravemente afectadas. Su integración en la sociedad en la medida de lo posible es fundamental en esta institución, donde sus usuarios van a la playa, hacen manualidades o lo último: disfrutan en un rocódromo y una tirolina.

«Fue alucinante,  los monitores nos mirábamos entre nosotros llorando de la emoción», explica Virgina Mota, directora de la residencia, a Sevilla Solidaria. A principios de mes diez usuarios viajaron con los monitores a Andévalo Aventuras, en la sierra de Huelva. Desplazarse de esta manera supone un esfuerzo puesto que muchos de ellos tienen la movilidad reducida. En la base del rocódromo, viendo la altura, algunos tenían miedo y otros se ponían los primeros de la fila con ganas, pero al final los 10 se animaron y los 10 subieron, felices. «Te quedas sorprendido de su nivel de adaptación», añade Virginia, «piensa que una señora de 60 años puede comportarse como una niña de 3 años».

Un usuario de Asesubpro posa en el rocódromo con dos monitores de Andévalo Aventuras
Diez usuarios disfrutaron del rocódromo

Cada aventura es un reto. Y una satisfacción. «La primera vez que pisamos la playa con ellos fue igual de emocionante», confiesa Virginia. No siempre esta pasión por darles una vida plena a estos chicos ha acompañado a la sociedad, y la gerente de la Asesubpro, Encarnación García, sabe que ellos son fiel reflejo de la evolución que afortunadamente se ha vivido.

—¿Ha cambiado la visión de la discapacidad en estos años?

—Sí y nosotros somos fiel reflejo de la sociedad. Al principio era una atención asistencial. Priorizabas que estuvieran alimentados, limpios y que su familia le diera un paseo cuando viniera a visitarlos. Pero no pueden quedarse en eso. Ahora van a la playa, a la piscina, al campamento... Todo eso antes era impensable, hace siete años vino una asociación de senderismo que pretendía llevarlos al Torcal de Antequera. Nos parecía una barbaridad. Pero lo hicieron. Desde entonces no nos ponemos barreras, siempre teniendo en cuenta sus limitaciones. Y las nuestras económicas, evidentemente.

Usuarios de Asesubpro en la orilla de la playa
Última escapada a la playa de Asesubpro este verano

—¿Cuál es el perfil de los usuarios?

—Son 34 personas con una discapacidad muy elevada, la mayoría aquí tienen un 99%, con muchísimas limitaciones. Las familias no podían atenderlos ni en la parte asistencial ni en la social, que es aún más difícil.

—¿Cuándo surge la entidad?

—La asociación se crea en 1977 por un grupo de padres y familiares de Sevilla que empiezan a cumplir años y ven que no hay un futuro para estos chicos. Era una época en la no existía apoyo institucional. En el 82 abre la residencia, entonces atendida por los hermanos franciscanos de Cruz Blanca y por voluntarios.Tengo que nombrar al padre claretiano Antonio Cano y a Luis Miguel Blasco Hernández, que fueron durante décadas el alma de esta asociación.

Encarnación García, gerente de Asesubpro
Encarnación García, gerente de Asesubpro

—¿Cómo es el equipo de trabajadores actualmente?

—Somos una media de 40 trabajadores, desde el servicio doméstico, la cocina o mantenimiento a cuidadores, pedagoga o fisioterapeuta Todos echan una mano con muy buen ambiente de trabajo. Si no tienes vocación, este trabajo no tienen sentido. Dedicamos mucho tiempo libre a los usuarios, porque se convierten en parte de tu familia.

—¿Y contáis con voluntarios?

—Sí, de todas las edades. Tenemos personas jubiladas con tiempo libre, como señoras que cosen ropa para los chicos y antiguos trabajadores que no han roto ese vínculo sentimental que se crea tan fuerte y quieren seguir viniendo. Hay uno de nuestros antiguos trabajadores que viene seis días a la semana a dar de cenar y acostar. Por otro lado vienen chicos de la ESO tres veces a la semana y, sobre todos los fines de semana, jóvenes de colegios mayores. Por último, tenemos al personal de prácticas con una formación profesional.

La piscina es una de las actividades más repetidas
La piscina es una de las actividades más repetidas

—¿Hay usuarios sin familia?

—La asociación puede tutelar a ese tipo de chicos. Hay quien ha perdido a sus padres y les queda algún hermano. En ese caso nos quedamos con la tutela pero por una cuestión práctica, luego defendemos mucho el vínculo familiar. Hay de todo, familias muy implicadas y otras que se desentienden. Pero no es lo mismo el abrazo de un trabajador que el abrazo de un padre. Trabajamos mucho para incluir a la familia porque por mucha discapacidad que tengan, las emociones siguen ahí. Cuando ven a una madre aparecer por la puerta sus caras lo dicen todo.

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