Jóvenes Solidarios

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«En Uganda he conocido a las personas más generosas que he visto en mi vida»

Inés Astolfi, de 18 años, ha sustituido el clásico viaje de fin de curso por un proyecto de voluntariado de dos semanas en Uganda a través del colegio Entreolivos

Inés Astolfi, junto a una veintena de compañeras del colegio Entreolivos, sustituyeron esta pasado junio el clásico viaje de fin de curso al superar bachillerato por otro bien distinto. Pasaron dos semanas en Uganda en un proyecto de voluntariado impulsado por el centro educativo sevillano junto a la Fundación Kyoga.

«Me fui con idea de ser generosa y ayudar pero ellos fueron los generosos conmigo», confiesa esta joven de 18 años. Tiene en mente a Dea, a la que considera amiga, una niña que le regaló con todo el cariño una pulsera. También aquel chiquillo que dedicó tiempo a enseñarle a tocar los bongos. Y a cada uno de los que le regalaron un dibujo o los que le llamaban "mariposa" como piropo.

Dedicó los días en el país africano a dar clases en un colegio, a acompañar a los niños y mayores con discapacidad de un centro para personas sin hogar y a entregar a familias del poblado toda la comida y productos de primera necesidad que adquirieron gracias a las donaciones de los padres de Entreolivos. «Para eso estuvimos durante el curso vendiendo artículos, sobre todo calcetines, con los que recaudamos fondos», explica.

Implicación de todo un colegio para Uganda

No es la primera vez que desde Entreolivos realizan un viaje de este tipo con las alumnas de 2º de bachillerato. Antes de la pandemia realizaron un voluntariado en Kenia. Las profesoras Nuria Anglada y Auxi Santiago decidieron que era el momento de retomarlo y lo organizaron todo para viajar a Uganda. «Desde octubre estamos poniendo en marcha acciones para recaudar dinero, desde la venta de calcetines con motivos africanos a desayunos los viernes en el recreo o prestarse para hacer de canguro la semana de Feria», explica Nuria, con más de 40 años de experiencia en Entreolivos, «junto con la implicación de las parroquias de las niñas y de los padres y profesores  del centro»,

Las dos profesoras se implicaron para la puesta en marcha de las vacunas, los visados, la compra de billetes y todas las gestiones necesarias, y el resto del colegio respondió poniendo su grano de arena. Las donaciones de todo tipo comenzaron a multiplicarse. Y ellas dos y las alumnas dejaron más de la mitad del espacio de la maleta para trasportar material escolar, ropa o balones de fútbol.

No fue lo único. Pusieron en marcha un sistema de "cestas de comida virtuales" y con las donaciones económicas abastecieron para tres semanas a cerca de 300 familias, además de ayudar al Hogar de las Hermanas de la Caridad y dejar becas comedor para el colegio donde colaboraron. «Cuando llegábamos a las casas las familias del pueblo lloraban de emoción, era súper impactante», cuenta la joven Inés.

«Allí estuvimos trabajando con ellas en lo que vivíamos», explica la profesora de bachillerato, «porque no se trata de que se enternezcan y se acabó, prestamos atención a la alegría de los niños, a la falta de consumismo o al orgullo con el que los pequeños hablaban de sus familias»

El voluntariado es algo habitual en este centro, que fomentan entre sus alumnos. En los cuatro años que estudia aquí, Inés ha colaborado con el comedor social de la Orden de Malta, el comedor de Triana y centros de mayores de Fundomar, entre otras actividades. «Yo no tengo a mis abuelos, pero en Fundomar tengo mucho cariño a quien yo llamo mi abuela Amparo», explica con dulzura. No ha recorrido Europa en Interrail al acabar bachillerato o disfrutado de la playa con sus compañeras en Mallorca, pero Inés se lleva una enseñanza de vida que le durará por siempre.

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