Voluntarios sevillanos que se convierten en la figura adulta que todo joven necesita y no todos tienen

Pablo colabora en el proyecto «De tú a tú» de la ONG Crecer con Futuro acompañando a Anas, un joven extutelado por la Junta de Andalucía, en su proceso de emancipación

¿Quién no ha tenido dudas con 18 años? Cuando comienzan los estudios superiores, hay que marcharse a otra ciudad o surge la firma del primer contrato de trabajo. Cuando aún se arrastran esos miedos e inseguridades de la adolescencia pero es necesario tomar decisiones importantes en la vida. Es un apoyo fundamental entonces una madre, un padre, una tía, un hermano, una prima mayor... en definitiva, una figura adulta cercana en la que confiar y que ya haya pasado por esas disyuntivas.

Pero hay cerca de 400 niños y niñas en la provincia de Sevilla que crecen  en un centro de acogida, porque la situación de su familia no es la más apropiada, y cuando cumplen 18 no sólo no tienen esa figura a la que recurrir, sino que deben abandonar el centro de un día para otro y convertirse en una persona independiente. El pasado septiembre la ONG Crecer con Futuro ha puesto en pie el proyecto «De Tú a Tú: mentoría social con jóvenes extutelad@s» donde voluntarios aparecen en la vida de estos chicos para que no estén solos y les acompañen en su proceso de emancipación.

Anas y Pablo

Es el caso de Anas Talebi, un joven marroquí de 19 años. Por su delicada situación de salud a los 15 tuvo que dejar atrás a su familia y a sus hermanos para crecer en un centro de acogida en Sevilla mientras espera un trasplante de riñón. «Los médicos del Virgen del Rocío me dijeron que no podía pasar tanto tiempo entre las citas, la única manera que se nos ocurrió de estar más cerca del hospital era quedarme aquí», cuenta con templanza. Después de tres años en centros de acogida, ahora comparte con tres compañeros un piso de mayoría de edad gestionado por las Hijas de la Caridad mientras estudia Química, donde obtiene notables y sobresalientes.

A pesar de su edad, Anas habla con propiedad, tiene las cosas claras. Cuando se le pregunta por el futuro es prudente: «Terminaré los estudios pero sobre todo me veo trasplantado, ganar calidad de vida es fundamental, la salud ante todo». Pero la última vez que estuvo ingresado se sentía más tranquilo sabiendo que ahora tenía a Pablo, quien a una simple llamada de teléfono acudiría sin dudarlo.

Anas y Pablo en la sede de Crecer con Futuro en Dos Hermanas

Pablo Rodríguez, un trabajador social de 36 años, y Anas se conocieron en septiembre después de que la ONG sugiriera al joven entrar en este proyecto. Proyecto que precisamente fue propuesto por Pablo y una compañera, después de colaborar con Crecer con Futuro y su labor con menores tutelados por la Junta de Andalucía. «Nos sorprendió que se pusiera en marcha porque para nosotros era una utopía, veíamos que hay chavales con 15 años que se sienten perdidos ante la certeza de que a los 18 años la Junta de Andalucía los pone en la calle».

Éxito de un proyecto recién estrenado

La utopía se concretó gracias a la financiación recibida en la X Convocatoria de Proyectos Sociales de Banco Santander. «Antes teníamos una mentoría artesanal, sin una estructura formal», explica Rocío Vela, directora del proyecto, «ahora tenemos 10 parejas, el día que empiezan firman un acuerdo en base a lo que quieran trabajar en los nueve meses que dura el proyecto, Anas quería estabilidad, por ejemplo». Estos objetivos pueden ser muy diversos, desde formarse, buscar un empleo o, incluso, llevar un buen embarazo y asesorar en la maternidad.

Crecer con Futuro hace el emparejamiento entre el joven y el mentor, mayor de 30 años, en base a intereses compartidos y facilita el contacto entre ambos y orienta la relación durante al menos los primeros 9 meses, y se comprometen a verse al menos dos horas a la semana. Después, ellos deciden si continúan la relación. «Ha sido muy fácil», confiesa Pablo, «porque somos parecidos, quedamos como dos colegas, hemos ido al cine con mis dos hijos, los hemos recogido del colegio...». «También me ha venido a recoger de diálisis», apunta Anas.

Anas y Pablo en el Alamillo en una de las sesiones grupales con el resto de parejas del proyeto

Después de todo, Anas se siente afortunado porque conoce a compañeros del centro de acogida que no están tan centrados como él. «Un centro de protección ayuda a mucha gente y también estropea a otros. Yo he estudiado pero nadie me exigía hacer los deberes, y con 15 años sientes rabia porque lo que quieres es tener la misma libertad que los chavales de tu entorno, con familia, que se recogen a la hora que quieran sin tantas normas», confiesa Anas. Por ello, desde Crecer con Futuro se plantea que el proyecto comience desde edades más tempranas, cuando la incertidumbre comienza en estos chicos y más necesitan una figura adulta de confianza. De momento, el resultado del primer año puesto en marcha está siendo un éxito.

«Es una experiencia muy bonita», apunta Pablo, «haces un amigo y también aprendo muchísimo de él porque es un chaval con muchas inquietudes, me alegro que sepa que puede contar conmigo». ¿Qué ha aprendido Anas de Pablo? «Paciencia porque para ser padre hay que tener mucha, para que estudien, coman, llevarlos al cole, recogerlos...». Y los dos ríen, recordando la vez que jugaron a las cartas con los hijos de Pablo y el pequeño de los hermanos ganaba a todos los demás con sólo tres años. Quién sabe, quizás en el futuro, cuando Anas consiga su riñón Pablo viaje a Marruecos y también juegue con sus hermanos.

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