Vivir las fiestas en una residencia con el calor de un hogar

Así es la residencia para personas con discapacidad intelectual que la Hermandad del Rocío de Triana tiene en Castilleja de la Cuesta

Para Guadalupe no fue fácil la adaptación a la residencia para adultos con discapacidad intelectual de la Fundación Nuestra Señora del Rocío de Triana. Los cambios le han costado siempre, al poco llegó la pandemia y, además, arrastraba una pesada losa con el fallecimiento de su madre, que la había cuidado desde siempre sola. La perdió un 31 de diciembre. Pero esta Nochevieja, después de años sin hacerlo, ha querido de nuevo tomar las uvas. «Son mis primeras navidades feliz y contenta», explica con una sonrisa, en esta residencia de Castilleja de la Cuesta que ya es su hogar.

La inquietud de muchos padres por el futuro de sus hijos una vez que no puedan hacerse cargo de ellos es lo que empujó a la Hermandad del Rocío de Triana a crear una fundación y abrir este recurso en marzo de 2010, en un solar cedido gratuitamente por el Ayuntamento de la localidad. Las personas con discapacidad intelectual siempre habían estado presentes en su obra social, con colaboración activa con la Asociación Síndrome de Down.

Ricardo Calle frente a la capilla de la residencia

«No es una residencia al uso con habitaciones a cada lado del pasillo, sino que se acerca más a la línea europea», explica Ricardo Calle, gerente, «se distribuye en cuatro pisos, cada uno con cuatro habitaciones dobles, salón, cocina y dos baños propios». Fomentar la máxima autonomía de cada uno de ellos es uno de los principales objetivos. «Aunque tenemos un servicio de limpieza, ellos colaboran para que todo esté lo más limpio posible, ponen lavadoras o se ayudan unos a otros en el desayuno», cuenta Maripaz Martínez, jefa de talleres.

Parte del mismo edificio se utiliza para el centro de día ocupacional de la fundación, donde, además de los 30 residentes con plazas concertadas por la Junta de Andalucía, existen plazas para 14 personas más. Aquí realizan variados talleres adaptados a sus capacidades y también a sus edades. Manualidades, servicios de serigrafía, lavados de coches, marquetería o un preciado taller de cocina, entre otros. Preciado porque a los beneficiarios les encanta. En las fiestas, además de la comida del catering, ellos han realizado sus propios aperitivos, como cóctel de marisco, tortilla de patatas o canapés. Para llevarlo a cabo ellos mismos son los encargados de ir a comprar al supermercado en un vecindario que los conoce de sobra y facilitan su inclusión.

Maripaz Martínez, a la derecha, junto a dos usuarias del taller de cocina

En las fiestas navideñas algunos de los residentes han podido irse con sus familias, otros han pasado con ellos los días claves, pero cerca de una decena se ha quedado con la que ahora es su familia. Los trabajadores hacen todo lo posible para que sea un hogar. Y en Nochevieja una gran mayoría incluso ha elegido pasarla en el centro, para tener su propio cotillón. Música después de la cena especial y sus particulares gin tonic sin ginebra. «Damaris, por ejemplo, se ha ido estas vacaciones y nos llama todos los días para ver cómo estamos», cuenta Maripaz.

Se trata de una residencia abierta, donde se organizan salidas de ocio cada vez que pueden. O, incluso, los propios residentes con su «salario estímulo» ahorran para actividades que deseen, como ir a una pizzería o al cine. Las pasadas semanas acudieron en distintos grupos a tomar un chocolate con churros a la hermandad y a ver tanto el belén de la Esperanza de Triana como de la Estrella.

El centro de día ocupacional se encuentra en el mismo edificio que la residencia

La hermandad apoya a la fundación con un activo voluntariado a través de Trianidad, su obra social, y con su hermano mayor Federico Flores a la cabeza como presidente del patronato. Hermanos acompañan a los residentes en las salidas, así como mujeres mayores e integrantes del Grupo Joven acudían a acompañarles o tomar con ellos un café. Esta última acción tuvo que suspenderse debido a la pandemia, aunque se espera recuperar en breve. No fue fácil para las familias pasar cerca de uno año sin ver a sus hijos o hermanos. «Una vez que se recuperaron las visitas llevamos al jardín una mesa de ping pong para que el visitante y el residente se pusieran cada uno en un extremo, fue una situación muy complicada», recuerda Maripaz.

También la hermandad tiene en cuenta a la residencia en las recaudaciones que obtiene de los eventos benéficos organizados. En concreto, el actual apoyo económico es para la construcción de una piscina cubierta terapéutica. «El próximo festival del 12 de octubre en La Maestranza será destinado a la Hermandad del Rocío de Triana y a la Fundación Alalá», indica Ricardo.

Guadalupe, residente de la residencia Nuestra Señora del Rocío de Triana

En la residencia y el centro ocupacional son 27 empleados, a los que muchos de los residentes consideran de la familia. «Nos llaman titos o mamá», confiesa Maripaz. Así lo confirma Guadalupe: «los más pequeños me llaman a mi mamá, no me importa», explica. Y es que las edades comprenden entre los 19 el más joven y los cerca ya de 70 del mayor. «Esa es la dificultad con las que nos vamos encontrando ahora, el envejecimiento de ellos y sus mayores necesidades», explica Ricardo. Con el lema «ser diferente es algo común» como cabecera, en este rincón las navidades se viven como en cualquier casa y como en ninguna al mismo tiempo.

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