Una vida sobre ruedas para dejar huella
Sonia Soler se enteró de que su hija tenía parálisis cerebral por el sello que le pusieron en la cartilla del hospital. «Nadie me había informado y pensé que se habían equivocado, pero no, aquí tenemos la prueba», dice riéndose mientras señala a su hija. Violeta Flores nació un 14 de febrero junto a su hermana Sara. Ambas prematuras, «parecían un filete de pollo y una pescadilla», recuerda su madre, sólo Violeta fue la que consiguió salir adelante.
Desde entonces, nada fue fácil para ninguna de las dos. Sonia se enfrentó sola al cuidado de Violeta y de su otra hija mayor, Azahar, a las que luego se le sumaron Jade y Jara. Únicamente contaba con el apoyo de su familia, especialmente su hermana Nerea, que le ayudaron a superar injusticias por parte de compañeros de colegio, profesores y de la familia paterna. Sonia reconoce que para ella «la parálisis cerebral no existe, porque las cosas son depende del ojo con el que las mires y el Señor nos ha dado esto para que luchemos como auténticas guerreras».
Cuando Violeta cumplió tres años, al apoyo familiar se le sumó el de Aspace Sevilla, una asociación sin ánimo de lucro, que desde sus inicios ha trabajado por mejorar la calidad de vida de las personas con parálisis cerebral. Desde que conocieron la organización y a David Valenzuela, su director y también amigo, «nos ha cambiado la vida», confiesan Sonia y Violeta.
«Yo no sé vivir sin ir allí y ver a los chiquillos, le tenemos muchísimo que agradecer, incluso me atrevería a decir que físicamente se lo debo todo a Aspace, porque me han ayudado mucho en mi neurodesarrollo, a entender por qué tengo esta dificultad física y a vivir de forma positiva», añade Violeta.
Precisamente ella ha sido una de las elegidas para protagonizar la campaña nacional de Aspace sobre el Día Mundial de la Parálisis Cerebral junto a otros tres compañeros. Bajo el lema ‘He nacido para vivir la vida’, el objetivo del proyecto es poner el sentido de la atención temprana, y en cómo debería ofrecerse a menores y familias desde el diagnostico hasta la coordinación con el siguiente servicio.
Ese lema forma parte de la filosofía de vida de Sonia y Violeta. Madre e hija tienen una ambición imparable por disfrutar, superar las dificultades y encontrar oportunidades en cada reto. «Su parálisis cerebral no es un problema, es una bendición y un trabajo. Yo soy quién soy hoy por ella, con esta capacidad de lucha, de amar, proteger, sabiduría y dirección», reconoce Sonia, que acaba de aprobar el acceso a la universidad y no descarta estudiar una carrera en paralelo a su trabajo de agente inmobiliaria. Por su parte, Violeta está cursando un grado medio y tiene como objetivo estudiar la carrera de Psicología porque «quiero ayudar a las otras personas que pasan por lo mismo que yo».
Ambas se toman la vida con humor y se crecen antes las adversidades gracias a su familia y la red de amistades que han ido creando con los años. También sus dos hermanas pequeñas son su gran apoyo y cuenta que tienen totalmente naturalizada su situación: «el otro día estaba en McDonald’s comiendo con ellas, y una niña les preguntó qué era la parálisis cerebral, a lo que mi hermana le contesto que era una enfermedad muy bonita».
Violeta explica que empezó a ser consciente de que era diferente a los seis años, cuando entró en el colegio y la mayoría de la clase «me consideraba un bicho raro». Sin embargo, hubo un grupo de chicas que se le acercó, entre ellas estaba Elena Huelva, que falleció de un cáncer a principios de año. «Ellas fueron las únicas que me ayudaron», recuerda Violeta. Entre sus amigos también destaca los que hizo cuando entró en el Colegio Público de Educación Especial Directora Mercedes Sanromá y a su amiga María, que conoció en una firma de discos hace años y de la que no se ha separado. Sobre sus amigos, Violeta señala que «no me gusta nada dar pena», y que tiene una norma: «si alguien quiere ser mi amigo tiene que aprender a llevarme al baño, porque sino no podremos salir a la calle», explica.
La música, y en concreto la cantante Malú, es, de hecho, uno de los apoyos de Violeta tanto en sus días buenos como malos, cuando siente que está en el ‘Grand Prix’ cuando va por la calle y no puede sortear obstáculos. «Gracias a la que he aprendido a saber lo que quiero y describirme a mí misma», reconoce.
También el deporte es uno de los pilares de la vida de Violeta. Que práctica la boccia, similar a la petanca, donde los jugadores o equipos disponen de seis bolas en cada manga y gana aquel cuya bola termina más cerca de la blanca. En el campeonato de España de este deporte adaptado, Violeta ha quedado la sexta de España, y ganó la primera copa por equipos en Andalucía.
El futuro parece brillar para Violeta, cuyo objetivo ahora es prepararse el examen de acceso a la universidad para empezar a cursar la carrera de Psicología para «ayudar a los demás y hacerles saber que sí que pueden hacer cosas si se las proponen». El afán de Violeta no es ser normal, sino dejar huella. «A mí me parece fascinante ir sola a Mercadona y que una señora me pregunte que cómo lo hago, porque eso significa que puedo ayudar y enseñar cosas a la gente», concluye con una sonrisa.