Una contrarreloj para lograr la independencia tras cumplir los 18
Zacarías, Bilal, Anass y Hamza son compañeros de piso. Los cuatro son marroquíes pero es el azar lo que les ha unido, el azar y su impulso por buscar una vida mejor desde muy pequeños. La vivienda donde viven en Sevilla no es una al uso. Tiene unas normas como no poder invitar a ella a nadie, una limpieza estricta o no fumar nunca dentro. Pero por supuesto les merece la pena. Es su salida para conseguir un buen futuro.
Se trata del piso de autonomía de la asociación Acercando Realidades (ACRE), con el que la entidad ayuda a jóvenes extutelados que deben abandonar el sistema de protección de menores cuando cumplen los 18 años. «Ahora mismo un 40% de los chicos de los centros de protección de menores tienen más de 16 años», explica Rocío Madera, fundadora y tesorera de la fundación, «no vamos a ser capaces de atender a todos porque hay muy pocos pisos como el nuestro en Sevilla».
Necesitan quien les apoye en su proceso de emancipación porque están solos. Además, muchos de los menores que llevan poco tiempo en España llegan a la mayoría de edad con una formación inexistente y problemas con el idioma. «El menor va viendo circular en su vida un buen número de profesionales diferentes y, sin sus familias no pueden crear un vínculo fuerte con nadie», continúa Rocío. Por ello, en ACRE tienen como elemento diferenciador un acompañamiento afectivo y emocional. En este piso lo ofrece Lucía Sánchez, orientadora y coordinadora del programa, que les ayuda para temas burocráticos, para el manejo de la informática, para las habilidades domésticas o, incluso, para pedir una cita del médico o tomar una decisión vital.

Lucía estuvo ahí cuando Zacarías pudo acceder a un nuevo trabajo en la cocina de un bar. Ayuda a Bilal en la búsqueda de piso, porque trabajando en la hostelería ya está preparado para vivir por su cuenta. O con Anass, que debe arreglar sus papeles de extranjería y está deseando comenzar unas prácticas de peluquería, algo que le apasiona. El cuarto, Hamza, no ha podido acudir a la entrevista porque está trabajando en Renault, ilusionado con mantener el empleo y avanzar.
«Más de veinte años trabajando con la infancia nos ha demostrado que lo que funciona con estos chicos que arrastran traumas desde la infancia y que no encuentran su propia identidad, es la autoridad afectiva», indica Rocío Gallardo, presidenta de la asociación. Es decir, marcar límites con afecto. «Nos han llamado chicas con fiebre que no sabían qué hacer o qué tomarse y no tenían a nadie a quien acudir», continúa Gallardo, «hay muchos proyectos de inserción sociolaboral pero nadie que los atienda de esa manera».
El piso de autonomía Teseo ha sido seleccionado por segundo año en la convocatoria de ayudas a proyectos sociales de la Fundación “la Caixa”. Tiene un año y medio de recorrido y ya nueve jóvenes han pasado por él. Además, el pasado enero ACRE abrió las puertas de un nuevo piso de autonomía con seis plazas para chicas, ahora mismo ocupadas en este caso por jóvenes españolas.
«La vulnerabilidad de las mujeres es mucho mayor», explica Lucía, «de hecho, cuando salen del sistema de protección desaparecen, lo comentamos todas las asociaciones». Hay tres salidas desafortunadas para estas chicas. Por un lado, volver al núcleo familiar del que fueron separadas y donde hay una probabilidad alta de que repitan patrones; por otro, acudir al domicilio de los padres de sus parejas donde suelen darse embarazos no deseados; y, por último, caer en la prostitución a raíz de redes que las captan.
De hecho, una de las labores de la asociación es visibilizar la realidad de estos jóvenes que no tienen nada al cumplir los 18. «No sabemos qué va a ser de nosotros, un día me dijeron que debía irme y me llevaron a la comisaría», cuenta Zacarías, en un español que ya domina tras estudiarlo desde los 16 hasta los 19 que ahora tiene. En este último año y medio ha ido rotando de asociación en asociación, pensando si buscar la solidaridad de algún amigo pero nunca en volver a Marruecos.
«La sociedad no sabe bien qué es un centro de protección menores, piensan que están ahí porque han cometido un delito o se lo imaginan como los antiguos orfanatos», cuenta la presidenta. Su compañera Rocío apunta que no se les ve como lo que son, «víctimas de una situación familiar o contextos sociales desfavorecidos», explica Rocío, quien indica a su vez que la convivencia con los vecinos de ambos pisos es muy buena.
La asociación, capitaneada por mujeres profesionales de la educación, lleva más de 20 años vinculada al acogimiento residencial de menores, con la gestión de diversos centros. Actualmente se centra en los jóvenes extutelados. «Estos chavales son invisibles para la sociedad», afirma la presidenta. Ellas se encargan de darles la mano y ayudarles a cumplir sus sueños de futuro.