Jóvenes sevillanos ayudando en Polonia: «Vemos a madres ucranianas desesperadas llorando»
Cuando ayer terminó la última clase del día en la ciudad polaca de Rzeszów, donde estudia con una beca Erasmus, la sevillana Ana Aparicio se reunió con una decena de compañeros y se dirigió a un supermercado. El objetivo: comprar cinco carros de alimentos y productos de primera necesidad para la gran cantidad de refugiados ucranianos que llegan cada día a la localidad, situada a 100 kilómetros de la frontera con Ucrania, huyendo de la guerra que viven desde hace dos semanas. Después, el grupo entero -donde hay una veintena de sevillanos- se reunió en el centro de acogida para quedarse ayudando a clasificar los productos y cuidar de los niños pequeños, además de realizar aún más compras de productos de primera necesidad.
Aunque la preocupación les ha rondado a estos jóvenes en Polonia desde el principio de la guerra y han estado donado dinero a amigos en Cracovia que comenzaron comprando alimentos, fue este fin de semana cuando se dieron de bruces con la cruda realidad y no pudieron quedar impasibles. «Este fin de semana en un viaje en tren, el vagón iba abarrotado y vimos a madres desesperadas llorando, que nos contaban que llevaban diez horas de viaje », cuenta Ana a Sevilla Solidaria, «habían dejado a sus maridos atrás y ellas ni siquiera sabía a dónde dirigirse». En este tiempo se han valido de una compañera valenciana de Erasmus que les ha servicio de traductora ya que sus padres son ucranianos.
Sin pensarlo ni un segundo, en la misma estación preguntaron cómo podían ayudar. Y se pusieron manos a la obra. «Hay puntos de acogida de refugiados en la estación y el hospital y numerosos lugares donde están recogiendo productos de primera necesidad», continúa la estudiante. En el momento en el que contaron sus intenciones en redes sus publicaciones fueron muy compartidas, también por el periodista Carlos Herrera. En apenas 24 horas las donaciones se han multiplicado para ayudarles en las compras e incluso farmacéuticas se han ofrecido a enviarles material sanitario.
Pero con lo que se queda Ana son con las miradas de las madres refugiadas con sus niños pequeños en la zona habilitada en el hospital para ellos, con comedor, baños y un almacén con prendas donadas. «Damos ropa a los niños que salen de las duchas, organizamos los alimentos por secciones y echamos una mano en lo que necesitan, cuidando a los pequeños o ayudando a las madres», explica. Una guerra les ha encontrado estudiando fuera de su casa, lejos de su familia, y sienten que no hay otra posibilidad que aprovecharlo para prestar sus manos, sus disposición, su sonrisa a quienes más falta les hace ahora.
Foto principal: Cristina Kinasevych, una de las compañeras Erasmus de Ana Aparicio, con uno de los bebés atendidos en el centro de acogida de refugiados de Rzeszów