Romper códigos para empoderarse
Luchar por alcanzar un sueño, por vivir una situación mejor, por no rendirse. Es la premisa que llevan por bandera cada uno de los 24 alumnos de la primera escuela digital, inclusiva y solidaria puesta en marcha por la Fundación Don Bosco y Factoría F5. Sus vidas no han sido nada fáciles pero no se ponen límites, las barreras siempre las construyen los demás. Desde abril se están formando de forma gratuita en programación web fullstack a través del proyecto Don Bosco F5 que busca una inserción socio-laboral de calidad entre personas en situación de vulnerabilidad en un sector en fuerte crecimiento. Se desmarca de esos sectores en los que se suelen encasillar el futuro laboral de personas en exclusión social, como la hostelería o los servicios, que se han visto además fuertemente castigados por las consecuencias de la pandemia.
La mayoría de los alumnos no tenían conocimientos previos de programación antes de comenzar. El proceso de selección se llevó a cabo en base a la capacidad de resolución y motivación. Y, de hecho, el perfil es muy variado, desde jóvenes de 18 años que acaban de terminar la ESO, universitarios de más de 50 que no encuentran trabajo en su campo o personas refugiadas . El objetivo de todos es «romper códigos», tanto literalmente en el ordenador, como los sociales establecidos.
En el caso de Susana, su afán no es solo un futuro mejor para ella, sino también desmontar los estereotipos que se tienen sobre las mujeres que ejercen o han ejercido la prostitución. «No se nos ve capacitadas intelectualmente, pero voy a demostrar que sí puedo para hacer que la sociedad nos mire de otra forma», cuenta a Sevilla Solidaria.
Esta joven de 27 años llegó hace cuatro de Venezuela huyendo de la difícil situación económica de su país. Su historia es la de superación. Criada en un hogar para niños sin padres, estudió en los mejores colegios gracias a becas. Ya en España, abocada a un mundo que no deseaba, no se dejó absorber y, dedicándole tiempo, fue haciendo crecer un negocio de venta de ropa en su país a través de Instagram y con la ayuda de su hermana pequeña. «Quiero que ella tenga una vida mejor, que no pase por lo mismo que yo», afirma convencida. Ahora, Don Bosco F5 le dará la oportunidad de crear su propia web y de trabajar como programadora. «He sacrificado mucho y es difícil, sí, pero no imposible», afirma.
Y es que la motivación y el sacrificio es lo que aúna a esta clase. María Ábalos organiza su día milimétricamente para llegar a todo. Tras diciembre sin trabajo, acaba de comenzar en una tienda por la tarde y emplea toda la mañana en Don Bosco. Aprovecha los descansos entre clase y clase para ir a su casa en el mismo Polígono Sur a preparar la comida a su hija pequeña. En Bolivia había comenzado la carrera de Turismo y Hostelería pero no la pudo terminar. Aquí en Sevilla, donde lleva 17 años, ha trabajado como empleada del hogar, auxiliar administrativo, operadora o lo que surgiera.
Cuando comenzó el curso no sabía nada de informática. «Los primeros días lloraba, literal», recuerda ya con una sonrisa, «pero ya tengo una base y me siento mucho más suelta y con más confianza». La programación era una gran desconocida pero se está enamorando de ella día tras día y desea con fuerza que sea su futuro laboral. «Si te esfuerzas al máximo conseguirás tu recompensa», se repite como un mantra. Suerte de madre que tienen sus hijos, nacidos en el barrio, y que tampoco se ponen límites. La mayor quiere estudiar medicina y montar una ONG. El mediano ser controlador aéreo.
Los coders de Don Bosco F5 lo sienten como una oportunidad que hay que aprovechar al máximo y se sienten agradecidos a la fundación. Cuando José Enrique Mejía, de 24 años, escuchó hablar por primera vez de la escuela sintió que le caía del cielo. Era su sueño desde el instituto. «Los cursos sobre esto son muy caros, era imposible para mi», afirma. Su primer contacto con la fundación Don Bosco fue a través de un piso de mayoría en el Polígono Sur, tras dejar el centro de menores. Desde entonces se ha formado en muy diversas materias, hostería, monitor de ocio y tiempo libre, socorrismo, o como entrenador de fútbol. «La fundación ha sido un pilar imprescindible estos años, mi manera de agradecérselo es darlo todo».
La escuela Don Bosco F5 va de la mano en Sevilla de Endesa y de la Fundación ‘la Caixa”. Ambas han apostado por desarrollar el talento digital de personas con perfiles de vulnerabilidad. En España el modelo comenzó a implantarse en 2018 y actualmente existen cinco escuelas F5, siendo esta la primera de Andalucía.
«Van avanzando mucho, como todo tiene una curva de aprendizaje pero es en los momentos de frustración cuando le damos un empujón», explica Mohamed, uno de los dos formadores, que lleva su clase en remoto desde Melilla. «Lo novedoso es que este curso de formación es para todo el mundo, y ellos se implican al máximo a pesar de las dificultades en su vida personal», continúa.