La solidaridad no descansa ni el último día del año
Cuando van sonando las doce campanadas todos tienen en mente el nuevo año que está a punto de empezar, buenos deseos, y el recuento de lo que se deja atrás. Y se mira, también, a quien se tiene al lado, porque nadie quiere dar sólo el salto de cifra en la fecha. En un hospital los pacientes quieren olvidar por un instante enfermedades, medicación y ese edificio en el que no han elegido estar; en un comedor social, cada comensal desearía por un instante dejar atrás la realidad que lo ha llevado a por un plato de comida; y en una residencia de adultos con discapacidad intelectual, cuando estas fechas no se pueden pasar con la familia, se busca ésta entre los compañeros y trabajadores con el que se comparte el día a día porque al fin y al cabo ellos también son familia.
Son solo algunas pinceladas de cómo la solidaridad no descansa ni el último día del año porque asociaciones, ONG y fundaciones se afanan en que la alegría y las risas sean lo que abunde de un año al otro. Risas, muchas risas, es precisamente lo que se escucharán por los pasillos de la planta de oncología pediátrica del Hospital Virgen del Rocío la tarde del día 31. Los niños allí ingresados se revolucionan cada domingo por la tarde con la llegada de Juanma Labrador y el resto de voluntarios de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía (Andex). Y este domingo no va a ser menos. «Cada día vamos un grupo de voluntarios diferente, algunos organizan cuentacuentos, otros juegos de mesa; nosotros somos los más cafres», bromea Juanma, culpable de hacer olvidar el hospital por unas horas a los niños.

La tarde del 31 sacarán las uvas con el Champín y organizarán unas campanadas para tomárselas con ellos. Juanma organiza cada domingo a un grupo de 23 voluntarios que se van turnando, aunque indica que éste, al ser especial, acudirán también más chicos de los que suelen ir otro día de la semana. «No pesa que sea el día de Nochevieja, al contrario, es especial, vas porque te sale así, en Nochebuena llegué a casa y me cambié rápido para ir directamente a casa de mis suegros a unirme a la cena», explica.

Y es que Nochebuena también fue especial. La buena noticia de la tarde del 24 fue que la mayoría de los niños tuvieron permiso para estar con sus familias en casa. Solo una niña seguía en la planta de oncología, pero con la visita de Andex la Navidad fue hasta ella, así como a otros niños de traumatología. Este domingo el hospital se engalanará para Nochevieja gracias a la alegría constante que derrochan personas como Juanma, y como cada una de las visitas que han ido recibiendo los niños durante estas fiestas. «Es un subidón saber que un niño esté esperando con ilusión a los 'cafres' del domingo, conseguir que los mayores participen como los demás o ver cómo también se ríen los padres con nosotros», explica.
Menú especial en el comedor social
También es una suerte para los voluntarios que acudirán el domingo al comedor San Juan de Acre que su grupo sea el encargado de la comida de fin de año, porque es una jornada especial y festiva la que viven con las personas en situación de exclusión y sin hogar que acuden a ellos. No es el primer fin de año en el comedor de la Orden de Malta para Pablo Beca, voluntario en San Juan de Acre y también presidente de la Fundación Alcer Giralda. «El año pasado guisamos faisanes con arroz, salvajes muy buenos, y pusimos langostinos y jamón», recuerda.

No faltará detalle en las mesas, como el jamón serrano, queso o chorizo, como si de otra casa familiar se tratara. Ni el toque festivo. «Se vive un gran ambiente y no es raro que alguien se arranque a cantar villancicos, tanto los voluntarios como los beneficiarios», explica. «Se trata de que tengan un día especial con buen rollo entre todos porque cada uno viene con sus propios problemas, incluso de dormir en la calle, y la idea es olvidarnos por un momento de eso».

Cerca de 200 usuarios acudirán al comedor de la calle Mendigorría el 31, al igual que hicieron la pasada Nochebuena cuando al cargo estuvo el cantante Manuel Lombo, constante voluntario del comedor. En esta ocasión alrededor de 20 voluntarios estarán listos con delantales y buen humor para atender a quienes no tienen la misma suerte que ellos.
Cuando la residencia es la familia
La asociación Paz y Bien también vive un día especial el domingo, desde bien temprano, porque a las 11.00 arranca una carrera de San Silvestre en Alcalá de Guadaíra a beneficio de los proyectos de la entidad, y para la que ya se han agotado dorsales pero aún se puede colaborar con el Dorsal Cero. Unos 30 voluntarios por parte de Paz y Bien estarán al tanto de que esta carrera salga a la perfección, entre educadores, monitores y demás personal de la asociación que acudirán de forma voluntaria.
Por la noche, las residencias que la asociación tiene repartidas por Sevilla para personas con discapacidad intelectual y menores tutelados ya estarán preparadas para recibir el 2018. Algunos de los usuarios salen para pasar fin de año con los suyos pero otros, ya sea porque no tienen familia o esta se encuentra lejos o incapaz de hacerse cargo de ellos, pasan las fiestas en la residencia, que, al fin y al cabo, es su hogar y los compañeros y monitores, su familia también. Es el caso de la residencia de adultos José Valverde Linares de Santiponce. «Nuestra misión es hacerles sentir como en casa, pasan los 365 días aquí, y ese será otro más en el que se merecen una fiesta», dice rotunda Andrea Ramírez, directora de la residencia y anteriormente monitora de atención directa.

El centro de Santiponce cuenta con 40 usuarios, de ellos algunos se quedarán el domingo en la residencia y se le unirán usuarios de viviendas tuteladas cercanas, buscando la fiesta. Habrá cena especial, uvas y baile, con karaoke incluido. Miguel Almansa lleva 30 años como usuario en Paz y Bien, y a sus 57 años vive con intensidad las fiestas. «Soy siempre el primero en abrir el baile», explica entre risas. Los más jóvenes incluso salen por el pueblo con los amigos.

Este año Miguel pasará fin de año en Isla Cristina con sus hermanos y su hijo, usuario también de Paz y Bien aunque en su caso reside en una vivienda tutelada. Pero conoce muy bien lo que viven en la residencia porque otros años lo ha disfrutado en el centro de Santiponce. También pasó en el centro la pasada Nochebuena. «Comimos gambas, entremeses, solomillo a la mostaza y tarta de bombón», indica. Él ya está ayudando a planificarlo todo para que el domingo sus compañeros disfruten. «Ese mismo día desde por la mañana ayudamos a los monitores a prepararlo todo, nos van diciendo si hay que hacer esto o lo otro», explica.
Para 2018 Miguel pide salud, trabajo y «más suerte que en 2017». Por lo pronto, el 2018 llegará con personas solidarias repartiendo sonrisas y alegría.