La oportunidad de ofrecer el calor de un hogar a niños en desamparo
Jessica tiene 13 años y pasó esta pasada Nochevieja en familia. Disfrutó viendo la cabalgata de los Reyes Magos por las calles de Sevilla y está invitada a una boda para el próximo junio. Puede resultar circunstancias comunes en la vida de una niña pero no lo es para ella. Nunca había visto la cabalgata, no conoce las tradiciones de una boda y, aunque en el centro de Paz y Bien en el que vive se siente querida, no es una familia al uso lo que tiene. Rocío y José le han dado la oportunidad de sentir el calor de un hogar. Son una familia colaboradora, una figura recogida por la Ley del Menor destinada a servir de apoyo a los niños y niñas en casas de acogida que están en situación de desamparo.
«Ser familia colaboradora consiste en poder ir con ella al cine, pasar juntas períodos vacacionales, traerla los fines de semana a mi casa...», explica Rocío Ruíz. Esta maestra de educación especial daba clases de apoyo a Jessica cuando se formó un vínculo fuerte entre las dos. Cuando Jessica fue traslada de un centro de acogida temporal al centro de acogida permanente La Jacaranda de Paz y Bien también cambió de colegio y dejaron de verse a diario. «Para mi ha sido solo un tema burocrático, yo quería seguir teniendo contacto con ella y ahora tanto José como yo hemos asumido una nueva relación que solo puede ir a más», continúa.
En Paz y Bien cuentan actualmente con 8 familias colaborando con niños y niñas de los centros de protección a la infancia y ya hay otras quince esperando respuesta de la Administración para poder también prestar su ayuda como familia colaboradora. La asociación trabaja en potenciar esta figura poco conocida a través de un acuerdo con Crecer con Futuro, una ONG de protección de la infancia precisamente volcada desde hace más de dos años en dar a conocer el papel de las familias colaboradoras a cuenta de acercar el cariño de un hogar a los niños que no pueden convivir con sus familias, ya que más de 2.000 niños y niñas de Andalucía viven en centros de acogida.
«El hecho de que Jessica sabe que tiene a una familia ahí detrás le hace estar contenta, le hace estar emocionalmente estable, ya que es uno de los problemas que se dan en la mayoría, por no decir todos, de los chavales de los centros de acogida», explica Luisa Rosa, directora del centro La Jacaranda. «Y al saber que para la familia colaboradora es muy importante que ella estudie, ha adquirido un compromiso importante con su formación», continúa.
Jessica, a su vez, recuerda entre risas cuando estuvo en casa de José y Rocío cantando con un karaoke, cuando fueron a comer una hamburguesa o los regalos que se dieron la mañana de Reyes. Pero tiene claro qué es lo que más hace con Rocío: reirse mucho. «La quiero tela», dice para después darle un abrazo tras otro. El cariño es patente cuando ya planean qué harán el próximo fin de semana que se vean.
«El trámite se inicia con una solicitud en las dependencias del Sistema de Protección de Menores», explica Ana Jiménez, trabajadora social en el centro La Jacaranda, para quien desee ser familia colaboradora de un niño o niña. El interesado debe dirigirse a la delegación territorial correspondiente, en el caso de Sevilla a la situada en la calle Luis Montoto. «Las personas que quieren colaborar con estos chicos entran en una bolsa donde hay una serie de menores que están propuestos para disfrutar de familias colaboradoras», añade.
«Hay quien confunde esto con una adopción o una acogida, no tiene nada que ver», cuenta José, quien no conocía a Jessica antes de que iniciar los trámites. Confiesa que en el caso de las familias colaboradoras el paso es mucho más fácil de dar. «Sabes que estás haciendo un bien por ella y si sabes su historia se lo merece», concluye Rocío.