La necesidad de ayudar al mundo tras recorrerlo

Fabián C. Barrio presenta en Sevilla el libro Morador del asfalto donde relata sus aventuras solidarias en moto por Nepal y latinoamérica

Ha llevado el cine, y con él la sonrisa, a niños de las zonas más pobres de latinoamérica y ha viajado hasta Nepal para descubrir y documentar el drama de los menores vendidos como esclavos a circos. Todo ello con la única compañía de su moto. Fabián C. Barrios (Santiago de Compostela, 1973) presenta este viernes a las 21.00 en la Extra Vagante el libro Morador del asfalto, donde cuenta cada una de las peripecias vividas sin dejar atrás el sentido del humor.

No es la primera vez que Fabián lo deja todo para subirse a la moto. Morador del asfalto es la continuación de Salí a dar una vuelta, donde relata sus viajes recorriendo más de sesenta países. «Este último libro arranca el día que vuelvo de ese viaje y me encuentro en un país en crisis. ¿Y ahora qué», explica el escritor a sevillasolidaria.es. Pues lo inevitable. Volver a salir a la carretera pero esta vez con un trasfondo solidario. «Iba a emprender dos largos viajes con la peculiaridad de que a lo largo de la vuelta al mundo había encontrado una gran desigualdad y no era indiferente a ello», indica.

El primer viaje, de siete meses, fue de Madrid a Nepal, donde se internó en la cruel historia de los niños nepalíes que son vendidos como esclavos a circos de La India. Allí, haciéndose pasar por un turista, grabó con cámara oculta todo lo que pudo para luego hacerle llegar las imágenes a ONGs como la británica The Esther Benjamin Trust, que se encargan de liberar a estos niños. Cuenta como en una de las ocasiones pudo grabar una entrevista a un director de circo que había estado encarcelado tres años atrás por tráfico de niños. Ahora está en proceso judicial. A raíz de la experiencia surgió otro libro, Malabar. Un relato de ficción inspirado en este drama, que cuenta la historia de Suraj, vendido por su padre a un circo.

Tras esta experiencia Fabián pone rumbo a latinoamérica, de donde ha regresado a España hace apenas tres meses. «La liturgia de sentarse todos juntos, hipnotizarse, a través del cine no existe en todo el mundo y decidí llevarlo hasta esos niños», explica. «La sensasión era agridulce, porque reían todos los niños a la vez y ese sonido te promueve una gran satisfacción pero tras la proyección se encontraban conmigo y reinaba la pregunta del ¿y ahora qué? y no tenía más que ofrecerles». Pero en su viaje sí ofreció mucho más. A través de un proyecto conjunto con la Fundación Mutua Madrileña, recorrió lugares a través de países como Paraguay o Guatemala para hacer llevar motos a ONG que trabajaban en lugares aislados y así dar facilidades a profesores o médicos que debían desplazarse a zonas remotas.

Precisamente la constancia y el empeño de los trabajadores y voluntarios de ONG le han provocado una «cura de humildad permanente». «Me acuerdo en centroamérica como un cooperante de la ONG Cesal se metía en el fango para ayudar a crear piscifactorías para los indígenas», rememora. Por ello valora cada euro que se le entrega desde España a estas corporaciones, porque todo ayuda es algo y todo el mundo puede colaborar. Él mismo ha donado la moto de su último viaje, su compañera fiel, a Cesal, con el objetivo de que sea vendida y así recaudar fondos para sus acciones de cooperación.

Ahora, cuando se le plantea qué será lo siguiente, si descansará o volverá a moverse de frontera en frontera, Fabián solo piensa en el futuro inmediato. En pasar las navidades con sus abuelos. Alejarse de la mentalidad occidental le ha servido también para desligarse de la necesidad de tener un plan de futuro a largo plazo. Aunque la felicidad infinita que describe apunta a que no es precisamente el sofá su hábitat natural, si no el asfalto.

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