«Cualquiera se puede ver en la calle»
Manuel Álvarez tiene 39 años y es carpintero. Fue de un trabajo a otro hasta que se quedó en paro. Su ilusión es encontrar un empleo y tener una estabilidad económica. Dicho así su historia es como la de muchos españoles. Pero en el caso de Manuel la falta de ingresos le llevó a las calles de Sevilla donde ha estado malviviendo durante tres años. «Como te falte trabajo te puedes ver igual que nosotros, de hecho en los comedores sociales te puedes encontrar a cualquier vecino tuyo», explica.
Desde Rais Fundación luchan por sacar de la exclusión social a las personas que no tienen un lugar donde vivir. Hombres y mujeres con los que nos cruzamos a diario y vemos intentando dormir sobre una caja de cartón o buscando alguna moneda aparcando coches. Hombres y mujeres en una situación concreta a la que cualquiera se puede ver abocado.
A Manuel le echaron una mano desde Rais Fundación y él se agarró a ella con fuerza. Dejó el alcohol, una adicción en la que se refugió ya en la calle, ya tiene un piso donde vivir, y ahora espera con ilusión una oportunidad laboral en una empresa donde realiza prácticas.
Manuel decidió no salir de su barrio cuando se quedó sin hogar, donde los vecinos le conocían y le tenían estima. Sin embargo, su paso por la calle ha sido duro. Inseguridad, la salud mermada, el rechazo de la población y violencia. Manuel cuenta cómo dos guardias de seguridad le echaron a palos de un banco público donde intentaba dormir a la sombra. Hatento, el Observatorio de los delitos de odio contra personas sin hogar con el que ha colaborado Rais, ha registrado que el 47% de las personas sin hogar han sufrido un incidente o delito de odio. Una de cada cinco personas ha sido agredida físicamente. La mayoría no denuncia, se sienten sin derechos, como personas de baja categoría.
En el Centro de Baja Exigencia de Rais, le ofrecen a las personas sin hogar un lugar donde acceder a Internet, donde leer o, simplemente, donde escapar del calor. Actividades en grupo como un equipo de fútbol o un grupo de teatro. Allí tienen la oportunidad de recuperar la confianza en sí mismos. Y los profesionales del centro le ofrecen una intervención psicosocial, un acompañamiento para lograr la inclusión laboral o para tratar problemas de adicciones. Una media de 65 personas pasan al día por el edificio. «Lo que queremos es que todos tengamos los mismos derechos, las mismas oportunidades y trabajamos para que las personas estén lo mejor posible y no en riesgo de exclusión», explica Gema Calle, gerente de Rais Fundación en Sevilla.