La inclusión se sube al escenario con Nabucco
Poder, opresión, traición, exilio, amor imposible, conflicto religioso y lucha de civilizaciones. Con estas palabras, el Teatro de la Maestranza resume la ópera ‘Nabucco’ con la que ha cerrado la temporada de espectáculos. Se trata de la obra que encumbró al compositor Giuseppe Verdi y que cuenta la historia de la rivalidad entre el rey Nabucco y su hija Abigaille, quien trata de usurpar el trono de Babilonia e intenta manipular a su padre para que condene injustamente a los hebreos y su hermana, Fenea, hija adoptiva de Nabucco, se enamora de Ismaele, un prisionero judío.
La representación que se hizo en el Teatro de la Maestranza entre el 13 y el 22 de junio corrió a cargo de la directora brasileña de escena Christiane Jatahy, quien propuso un montaje más contemporáneo poniendo el foco en los desplazados, inmigrantes y marginados. Ahí es donde juega un papel fundamental Shemar Patrick, un joven de veintiún años que forma parte del reparto de la obra, trabajando como extra gracias a la Fundación Don Bosco y el programa Incorpora de Fundación “la Caixa”, que lleva desde 2006 acercando a las personas más vulnerables al empleo, con diferentes actuaciones a través de itinerarios personalizados de inserción. El gran valor que aporta Incorpora es la estabilidad en el tiempo, y la colaboración con las empresas con sede en Andalucía que se implican contratando a personas que forman parte de colectivos vulnerables.
La idea de subir al escenario a jóvenes en riesgo de exclusión «surge de la línea dramatúrgica del Nabucco que hemos visto en esta temporada. La idea de la directora de escena tiene mucho que ver con la inmigración, con todas aquellas personas que carecen de patria y se han tenido que desplazar», explica Javier Menéndez, director general del Teatro de la Maestranza. «Quisimos contar con personas que representen diferentes lugares de procedencia, y entonces nos pusimos en contacto con el programa Incorpora», sostiene.
Para Shemar Patrick ha sido una experiencia que nunca olvidará: «Nunca me hubiera imaginado trabajando aquí o haciendo algo así. Me ha ayudado para conocer a mucha gente y salir mucho de mi zona de confort». «Me llamaron desde la fundación y dije que sí muy rápido, y luego lo pensé mejor. El día que vine a hacer el casting me levanté muy temprano y con muchas dudas, pero me animé y al final me seleccionaron», recuerda.
Alicia Cabrera, responsable de atención de la línea Incorpora Joven de Fundación Don Bosco señala que este proyecto ha sido muy positivo porque «es un contexto de trabajo fuera de lo habitual, donde ellos se ven con la posibilidad de trabajar en otros sectores donde no están habituados y pueden poner en práctica sus habilidades». «Fue una sorpresa ver que les atraía el proyecto», asegura, por su parte, Arancha Lasso de la Vega, coordinadora del programa Incopora.
Un acercamiento al arte
El proyecto supone un acercamiento al mundo del arte para estos jóvenes en riesgo de exclusión y estar en contacto con artistas de primer nivel. «Está demostradísimo el efecto transformador que tiene la música y las artes escénicas en todo el mundo, pero especialmente en aquellas personas que tienen un contacto más marginal con este ámbito», sostiene Javier Menéndez. «Antes nunca había estado en contacto con el arte, pero sí me ha gustado la música desde siempre», añade Shemar Patrick. En ese sentido, la colaboración con el Teatro de la Maestranza es de un gran valor ya que facilita que la cultura se acerque a personas que de otra manera no hubieran podido asistir a un espectáculo artístico de esta envergadura.
Otro de los objetivos del proyecto es también servir de guía para que estos jóvenes vean que el arte también es una opción profesional. Así ha sido para Shemar Patrick: «No tenía seguro las cosas que me gustan, y me he dado cuenta de que esta es una de ellas». Además, Alicia Cabrera también considera que este proyecto ha servido para que estos jóvenes se vean reflejados en un escenario donde la historia que se narra es similar a las que ellos mismos han vivido. «Encontrarse con gente de piel negra o de rasgos magrebíes en un teatro les ha hecho tener más visibilidad», sostiene. «Están haciendo de sí mismos y eso es brutal, porque el público conecta mucho con ellos», añade Javier Menéndez.
Para Shemar Patrick, que se reconoce como tímido, el hecho de que sus compañeros supieran que iba a salir al escenario le daba vergüenza. «No sabía si decirle a mis amigos que participaba en una ópera, pero en realidad estoy muy orgulloso. Ellos se alegraron mucho por mí e incluso vinieron a verme», recuerda.
Finalmente, lo mejor de la experiencia para él ha sido estar en el escenario. «No sé por qué no me pongo nervioso, pero allí arriba estoy en paz y con la mente tranquila, es una sensación muy difícil de explicar», asegura con una sonrisa.