La inclusión llega por el buzón
Son las 8.45 a.m. en el Parque Empresarial Carretera Amarilla de Sevilla. Como cada día, comienza la jornada laboral para Juan Carlos, Susana y Amparo. Entre tarareos, risas, confidencias y algún que otro bostezo mañanero, en el Centro de Empleo Protegido Aturem (CEDEPA) ya llevan un buen rato clasificando cartas. Está todo listo para que una marea roja de repartidores se eche a la calle a distribuir la correspondencia de los vecinos de Sevilla.
Lo que para muchos puede parecer un trabajo más, para Juan Carlos ha supuesto un antes y un después en su vida. A este joven de 21 años, su empleo como repartidor de mensajería le ha dado algo más que la independencia que proporciona tener un salario fijo. Se siente útil, realizado y con ganas de comerse el mundo. CEDEPA, el centro de trabajo creado por Aturem, ha sido su luz en medio de la oscuridad, el antídoto contra el cierre de puertas que todavía hoy persiste cuando la palabra discapacidad se pone sobre la mesa.

El Diccionario de la Real Academia Española se refiere en su primera acepción a la discapacidad como la «situación de la persona que, por sus condiciones físicas, sensoriales, intelectuales o mentales duraderas, encuentra dificultades para su participación e inclusión social». Si es el uso de la lengua lo que determina la norma, en efecto, este término sigue siendo sinónimo de barreras en la inserción socio-laboral de las personas.
No en vano, la Ley 3/2023, de 28 de febrero, de Empleo, incluye entre los colectivos con dificultades de inclusión en el mercado de trabajo a las personas con discapacidad. Según los últimos datos del INE, relativos a 2022, sólo el 35,3% se considera población activa. Y de ella, el 21,4% se encuentra en paro, lo que constituye una cifra que casi duplica a la tasa de desempleo general registrada en el mismo año, que se situaba en los 12,9 puntos porcentuales.

Discapacidad intelectual
Sin perderse en quimeras inexistentes, lo cierto es que la realidad en CEDEPA se diluye. De sus 120 trabajadores, 90 son personas con discapacidad intelectual.
Unos dedicados al servicio postal y otros al empaque de productos, todos aúnan fuerzas en pro del perfecto funcionamiento de un engranaje que comienza con los talleres de preparación laboral, sigue con el acompañamiento de una persona tutora y concluye con la inclusión autónoma del usuario en el mercado de trabajo.
Sin embargo, no se trata de un trabajo lineal. «Partimos de realidades distintas con cada persona», indica Alfonso, técnico de preparación laboral en Aturem, que incide en que las situaciones familiares condicionan en gran medida el grado desarrollo de los usuarios. Su figura, junto a la de Amparo, resulta indispensable en el proceso de desarrollo personal y aprendizaje del oficio.
Dentro y fuera del centro de formación, esta monitora de apoyo del servicio postal acompaña a cada alumno hasta estar preparado para desarrollar su tarea de forma independiente. Primero funciona como modelo: les enseña el callejero, la distribución de los números y a leer el buzón y el membrete de las cartas. Después son los propios alumnos quienes efectúan la tarea, primero bajo su supervisión, y luego, una vez superado el periodo de adaptación, de manera independiente.

Más que un trabajo
Aun así, la timidez y la falta de habilidades sociales son factores comunes en la mayoría de los aprendices que llegan a CEDEPA. El trabajo del equipo docente pasa, pues, también por trabajar esas denominadas soft skills. De ahí que la formación que adquieren los alumnos de este centro de empleo transcienda al plano laboral y entre en el terreno estrictamente personal y familiar. Como consecuencia, su vida da un giro de 180 grados en todos los sentidos.
No son héroes ni heroínas, sino personas a las que se les ha dado una oportunidad que no siempre llega. El de Susana es otro de esos casos de éxito. Como Juan Carlos, esta joven, que cuenta con estudios universitarios, es cartera en el servicio postal y ambos guardan un vínculo especial con Amparo, a la que consideran su mentora. «Siento que me supero cada día», reconoce emocionada. A sus 36 años, dice haber encontrado estabilidad y una red de apoyo social a la que considera su familia. Se siente querida y disfruta de su trabajo al igual que de sus compañeros. Por eso anima a cualquier persona con discapacidad a que acuda a este tipo de espacios. «Es una experiencia que nunca borraría de mi vida», asevera.
En medio de una conversación distendida sobre su día a día en el centro, sus docentes se deshacen en halagos hacia esta pareja de trabajo. No obstante, hacen hincapié en que la evolución de los alumnos no siempre sigue esta dirección. Reconocen que las de Juan Carlos y Susana son historias con final feliz, que han culminado con su incorporación en el mercado laboral. Pero no siempre sucede de la misma manera. «Hay también quienes abandonan y no siguen adelante», coinciden.

Sinergias
Una vez formados, no todos se incorporan a la plantilla de CEDEPA. Precisamente otro de los principales cometidos de este centro especial de trabajo es tender puentes con la empresa privada. Por eso, la satisfacción se multiplica cuando un alumno es contratado por un agente externo.
En sentido contrario, también actúan como centro receptor de prácticas, lo que les ha permitido conocer y adentrarse en el mundo de la inserción laboral no sólo en el terreno de la discapacidad, sino también en otro tipo de colectivos.
Porque sin la colaboración con las distintas administraciones y organizaciones sería imposible realizar la labor que desarrollan, su vinculación con COCEMFE también es imprescindible. Ambas entidades cooperan en la derivación de usuarios, trabajando para asignar a cada perfil que les llega a los programas y recursos disponibles más adecuados para cada uno de ellos.
En este sentido, Laura, psicóloga del centro de empleo, destaca la importancia que la financiación pública tiene para ellos. «A veces los recursos no llegan o quizás no son suficientes para atender, por lo menos con la calidad que nos gustaría, a todas estas personas», comenta.

El pasado mes de febrero, las Cortes Generales aprobaron la tercera modificación en la historia de la democracia de la Constitución Española. Lo hacían para sustituir el término «disminuidos» por «personas con discapacidad» en su artículo número 49. Un paso que tal vez llega tarde, pero que muestra el avance hacia un futuro mejor para todos. La inclusión empieza por no cerrar puertas y, a veces, llega simplemente abriendo el buzón.