Cuidados humanizados en San Juan de Dios

La residencia de mayores de la organización, ubicada en el corazón de Sevilla, es una de las más antiguas de la capital hispalense

Beatriz Gómez, Nieves Díaz, Beatriz Jiménez y Ana García se desprenden de sí mismas durante las horas que dura su jornada laboral. Como ellas también lo hacen los otros casi cincuenta trabajadores de la residencia de mayores San Juan de Dios de Sevilla y el resto de los empleados de los otros centros de la entidad, que velan diariamente por el bienestar de otras personas.

Su trabajo consiste en ayudar a otros desde tareas como abrocharse los zapatos, a procurar que el estado de ánimo de cada persona esté en forma y, en definitiva, humanizar los cuidados. Para todos estos profesionales, hoy no es una jornada cualquiera, ya que cada 5 de noviembre se celebra el Día Mundial de las Personas Cuidadoras. Un día en que, por una vez, ellos se convierten en protagonistas.

Tanto Beatriz Gómez, terapeuta ocupacional, como Nieves Díaz, auxiliar de enfermería; Beatriz Jiménez, fisioterapeuta, y Ana García, psicoterapeuta de la residencia de mayores San Juan de Dios, donde viven ochenta personas, coinciden en que su trabajo implica una profunda vocación. «Ese mimo no se percibe, pero se hace, porque se dignifica a las personas», señala la psicoterapeuta. Su objetivo y principal cometido, el de individualizar los cuidados, choca a veces de frente con la percepción que tiene la sociedad sobre el estigma de la vejez. «Todavía hay mucho camino por recorrer para eliminar el estigma que tiene el ser mayor, y más aún sobre las personas que están en residencias, que se piensan que es un periodo vital en el que están esperando a morirse», explica Ana García.

Pero en el interior de la residencia de San Juan de Dios, la más antigua de Sevilla, ubicada en un edificio histórico en la calle Sagasta, en el corazón de la ciudad, el talante es otro. Antonia, con 94 años a sus espaldas, y Encarnación, que tiene 82 primaveras, sonríen cuando piensan en su día a día en la residencia. «Me levantan a las diez de la mañana y me ayudan a limpiarme, me voy a desayunar y después voy a sesiones de fisioterapia o terapia psicológica y después ve voy a la calle», explica Encarnación, que lleva sólo un mes en la residencia. «Me puse loca de contenta cuando me dijeron que había sitio porque ya que tengo que estar metida en una residencia, yo quería que fuera esta porque estoy cerca de mi hermana y en el centro de Sevilla», asegura.

Antonia, por su parte, es una de las más veteranas de la residencia. «Yo me quise venir a esta residencia en concreto porque había oído que estaba muy bien, y desde que entré aquí puedo contar sólo cosas buenas», explica. «Me podéis llamar exagerada, pero no siento que viva en una residencia, sino en mi casa», añade. Sobre esto, Beatriz Jiménez, terapeuta ocupacional, explica que «aunque no sea su casa y no sea su familia, nuestro objetivo es crear un clima de confianza lo más hogareño y familiar posible».

El cariño de las residentes cuando hablan del centro se sostiene, sobre todo, por la entrega de los profesionales, con quienes tejen una vinculación más allá del ámbito laboral. «No solamente somos profesionales, somos humanos, es un día a día durante muchos años y se establece un vínculo muy fuerte», asegura la terapeuta ocupacional. «Tu sientes que eres importante en su día a día», coincide la fisioterapeuta Beatriz Gómez, mientras que Nieves Díaz, auxiliar de enfermería añade que «es nuestra segunda casa».

«Personas que tienen un deterioro cognitivo moderado y te llaman por tu nombre… Para mí, es lo que llena mi trabajo», sostiene Ana García. El trato, el mimo, el cuidado, la caricia y la escucha son los ingredientes de la fórmula que tienen las profesionales de la residencia para trasladar a su trabajo los fundamentos de la Orden Hospitalaria, una institución fundada en Granada hace más de quinientos años sobre los principios de hospitalidad, respeto, espiritualidad, calidad y responsabilidad, y que atiende a cerca de 2,7 millones de personas al año en todo el mundo.

Estos valores son, según coinciden residentes y trabajadoras, lo que diferencian la residencia de San Juan de Dios de otras. «Puedes trabajar en otros sitios, con las mejores instalaciones, máquinas o tratamientos, pero la parte de los valores al final importa mucho más», asegura la fisioterapeuta.

Otro pilar fundamental de la residencia de mayores de San Juan de Dios de Sevilla es el apoyo que reciben por parte de voluntarios, que acuden diariamente a hacer compañía a los mayores o ayudar en tareas de la casa. «Nos encanta que venga gente joven y nos hagan preguntas, porque ellos aprenden de nosotros y nosotros de ellos», señala Antonia.

El trabajo de los voluntarios se suma al de los profesionales de la residencia de arropar a las personas mayores en esta etapa de sus vidas, algo de un valor incalculable para los residentes como Encarnación, que asegura que «lo que más valoro es la entrega que tienen todos ellos hacia nosotros».

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