Historias de solidaridad tras la tienda Dádiva en Tomares

La asociación Vivir Compartiendo reabre su tienda solidaria en un nuevo local en la calle Cristo de la Vera Cruz y mantiene su ayuda a más de 70 familias

A principios de esta semana Mimi, vecina de Tomares, llegó a la tienda solidaria de la asociación Vivir Compartiendo con una maleta, lápices y cuadernos que había comprado para que la entidad lo hiciera llegar a una familia que lo necesitara en la vuelta al cole. Lo hacía con gusto porque ella sabe de primera mano que la asociación funciona. Ella misma recibió su ayuda hace un año. «Una debe ser agradecida, no solo cuando está mal, también cuando tiene la oportunidad de llevar alegría a otros», cuenta a Sevilla Solidaria.

A raíz de la pandemia el pasado año, las restricciones obligaron a Mimi a cerrar su centro de estética para siempre. También su marido perdió el trabajo como reponedor de supermercado. «Fue muy duro vernos así de pronto, con dos hijas», explica.

La crisis económica provocada por el Covid hizo que Vivir Compartiendo viera multiplicada las peticiones de ayuda. Y como a Mimi, han ayudado a estas nuevas familias siempre que han podido, tanto con el reparto de alimentos como con el pago de facturas de la luz  y similares. Se trata de una entidad con más de diez años de historia en Tomares que actualmente trabaja la inclusión integral de sus beneficiarios. «Es una atención personalizada», cuenta María José Jiménez, presidenta de la entidad, «no es solo una prestación asistencial, ofrecemos acompañamiento psicológico y buscamos la inclusión sociolaboral». Esta última línea se refuerza con el programa «+Inclusión» que arranca este septiembre una nueva edición en la que participarán 15 personas con una formación de dependiente de comercio y almacén.

Al fondo, María José, presidenta de Vivir Compartiendo, acompañada de Inma y María del Mar

Es un septiembre ilusionante para la asociación por muchas cosas. Entre ellas, la reapertura de la tienda solidaria «Dádiva» después de un año y medio cerrada. Arranca en una nueva ubicación en Tomares, en la calle Cristo de la Vera Cruz, 43. Ropa infantil y de adulto, complementos, libros, decoración... se pueden encontrar aquí a muy buen precio, con el objetivo de destinar lo recaudado para los gastos propios de la asociación y las ayudas a las familias.

Pero, además, en el nuevo local cuentan también con un almacén con todas las donaciones que les llegan y entregan a su vez a quienes lo necesitan. Son alrededor de 70 familias las que son atendidas durante todo el año. Se les ofrece alimentos no perecederos y también frescos a través de vales con el proyecto «Cesta de la Esperanza». Como los alimentos perecederos que se han entregado también durante el verano para suplir la ausencia de los comedores escolares, con el empujón de la campaña «Comedores con alma» de la Fundación la Caixa.  «Además le suministramos a quien vemos que lo necesita ropa, calzado, mobiliario, electrodomésticos, medicinas, gafas, bonobús, gracias a la solidaridad de tantísimas personas», cuenta María José rodeada aún de cajas por ordenar. A su lado está su tocaya, voluntaria desde hace cinco años, y encargada del almacén y de la tienda cuando hace falta. «Tras el mostrador se hace mucha escucha activa», cuenta esta voluntaria ya jubilada, «algunas veces como más se ayuda es simplemente escuchando».

La voluntaria Susana ordena la ropa donada en el almacén

Susana le da la razón. Es otra voluntaria que dedica su tiempo a Vivir Compartiendo, más aún ahora, después de jubilarse tras ayudar a incontables madres como auxiliar en los paritorios del Hospital de Valme. El compañerismo es evidente entre estas paredes, con una decena de voluntarias fijas, y dos administrativas a media jornada: Inma y María del Mar. «Las voluntarias estaban deseando volver», confiesa la presidenta, «porque al fin y al cabo les viene bien participar, el voluntariado ayuda». Aún así, necesitan más voluntarias que les echen una mano.

Es palpable el miedo a que la puerta no se abra lo suficiente después de inaugurar en un lugar nuevo, pero también se aprecia la ilusión. Las voluntarias se han dejado la piel estas últimas semanas en una mudanza que parecía interminable. Pero ha dado sus frutos. Las últimas mañanas ya habido movimiento, con personas interesándose, tanto para donar como para comprar. También para pedir ayuda. «Hoy mismo ha venido una señora contándonos que necesitaba con urgencia un trabajo como interna, y le hemos puesto en contacto con otra mujer que sabíamos que necesitaba ese servicio», explica. La labor de intermediarios en la mayoría de los casos es muy efectiva. Como el matrimonio que ha abandonado el paro al descubrir a través de la entidad la posibilidad de llevar el club de una urbanización. O aquella vez que una mujer les comunicó que se había estropeado el frigorífico y consiguieron comprarle otro con rapidez. «Después de todo, el fin último de Vivir Compartiendo es extender una cultura solidaria y de fraternidad», cuenta orgullosa María José.

La tienda abre de 10.00 a 14.00

Confían en sus socios y amigos, y siempre tienen una historia entre manos. La última y enormemente emotiva es la de una vecina originaria de Bolivia con metástasis que solo quiere conseguir un billete de avión para ver a sus hijos y su madre, por si fuera su última oportunidad. «Ya la estuvimos ayudando con el alquiler cuando perdió su trabajo por la enfermedad, y ahora queremos movilizar a quienes nos ayudan para que cumpla este deseo después de tantos años sin ver a su familia», añade la presidenta. Con la ayuda de muchos seguro lo conseguirán.

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