Hacer el camino de Santiago en una handbike: el reto de Ángel Gil pese a su paraparesia espástica familiar
La enfermedad rara que padece Ángel Gil desde los siete años, paraparesia espástica familiar o síndrome de Strümpell-Lorrain no le ha impedido que consiga un reto que se había marcado: hacer el Camino de Santiago.
Esta enfermedad le provoca una rigidez progresiva y contracción en las piernas como resultado del deterioro o disfunción de los nervios, por lo que le cuesta trabajo caminar. Sin embargo, optó por una handbike para alcanzar su meta.
Ángel cuenta que “en 2018 ya hice mi primer camino de Santiago, concretamente la ruta portuguesa de poco más de 100 kilómetros. Mi padre había muerto un año antes y quise dedicárselo a él. En aquel entonces tenía una handbike de paseo, mucho más pesada que las de competición, y decidí llevarlo a cabo. La experiencia no fue grata por un excesivo sufrimiento y abandoné la idea de hacerlo más veces”.
Sin embargo, “el fallecimiento en 2021 de mi madre hizo que quisiera repetir la experiencia, pero no me atrevía. Por casualidad, conocí la Asociación Discamino, dedicada a que cualquier persona por muy discapacitante que sea su situación haga el camino de Santiago, y decidí embarcarme en una aventura que, finalmente, ha resultado maravillosa”.
Más de 300 kilómetros
Ángel Gil ha recorrido más de 300 kilómetros repartidos en seis días. Ha realizado parte del camino francés, desde León ya que “no estaba seguro si estaba preparado para hacerlo completo”, apunta.
Las etapas fueron de León a Astorga, 49,2 kilómetros; de Astorga a Toral de los Vados, 71,1 kms; de Toral de los Vados a Lusío, 61,8 kms; de Lusío a Ventas Narón, 58,8 kms; de Ventas Narón a Arzúa, 42,0 kms; y de Arzúa a Santiago de Compostela, 39,2 kms.
Durante más de un año ha entrenado duro, intensificado en los últimos dos meses, para lograr su sueño ya que el deporte para él es importante y lleva mucho tiempo practicando baloncesto en silla de ruedas, en el BSR Vistazul, y otras disciplinas como paravolley, natación, piragüismo,…
El peregrino explica que ha sido posible “gracias a los voluntarios de Discamino, que estaban muy bien preparados para ayudarnos tanto a mí como a otras personas con distintas limitaciones a la mía que íbamos en este trayecto. Una extremeña con esclerosis múltiple progresiva, una gallega con atrofia muscular espinar, un gallego con parálisis cerebral y un sevillano doble amputado”.
Lo más difícil
El camino no ha sido fácil ya que, como cuenta Ángel, a partir de la “segunda etapa sentí dolor en la zona lumbar por mi discapacidad. Aguantarlo hasta el final fue lo más duro”. Con calmantes y masajes en la zona pudo sobrellevarlo. “También hubo otros momentos complicados como cuando ascendía puertos como el de Foncebadón, llamado el de la Cruz de Hierro, a 1.504 metros de altitud, o el temido O Cebreiro, a 1.330 metros de altura con 10 kilómetros de subida ininterrumpida, por ejemplo”, añade.
Pese a todo, ha podido más el buen ambiente que ha existido entre todos y la emoción desbordada al llegar a Santiago de Compostela “a pesar del diluvio los últimos 19 kms. nos cayeron 30 litros por metro cuadrado. Llegamos calados hasta los huesos”, matiza. Aunque la alegría que lo embargaba era tal que afirma que no paró “de llorar al llegar a la plaza del Obradoiro”.
Ángel anima a personas con discapacidad a hacer el Camino de Santiago puesto que “los límites tienes que ponerlos tú y que nadie te diga que no puedes conseguirlo”.
Además, ya tiene otro reto en mente: jugar al golf en silla de ruedas y probar un tercer Camino de Santiago de más kilómetros.