De bióloga a cajera buscando una vida mejor, la historia de Olfa en Sevilla
Olfa Fezai es licenciada en biología y habla cuatro idiomas: español, inglés, francés y árabe. Con 30 años tiene además de la carrera, dos máster en ecología e inmunología, experiencia, y el sueño de aportar sus conocimientos para cambiar el mundo. De hecho, cuando estalló la pandemia no dudó en participar como voluntaria en su país, Túnez, en el laboratorio de un hospital.
Pero ahora poder desarrollar su trabajo es difícil. En Sevilla su título no significa nada y el pañuelo que la identifica como árabe, no ayuda. Por eso tuvo que trabajar el pasado año en un supermercado. «En mi país hay más de 4.000 investigadores sin trabajo, con una gran falta de derechos, allí no podía hacer nada», cuenta, «y además soportaba muchos problemas familiares». Circunstancias adversas la llevaron a quedarse en España cuando finalizó las prácticas de su doctorado en un laboratorio en Madrid en septiembre de 2021.
El proceso no era fácil. Pidió asilo a través de CEAR, y cuando obtuvo respuesta le abrieron los brazos en Sevilla en la ONG ACCEM en un piso de acogida, donde vive con 7 compañeras de todas partes del mundo. En menos de 5 meses aprendió español, que ahora habla con fluidez. «No tengo a nadie aquí, ellos son mi familia, me escuchan, me apoyan y me ayudan a reconstruir mi vida», explica refiriéndose con cariño y pleno agradecimiento a los trabajadores de ACCEM que no le han abandonado en todo este tiempo.
Nada se interpondrá para cumplir su sueño y contribuir con la investigación para ayudar a los demás. Consiente de que era el camino para conseguirlo, trabajó el pasado año en un supermercado como reponedora y cajera. Y, hace una semana, gracias a su determinación y al apoyo de ACCEM, comenzó un curso de análisis clínico en un laboratorio a través de la financiación del Ministerio. Aún está por debajo de su nivel pero cada vez más cerca de su objetivo.
«Hablo con mi madre mucho por teléfono, que sigue en Túnez, le digo que estoy bien y que no se olvide por favor de enviarme mi título original», indica entre risas. Médicos, abogados, dentistas o arquitectos pasan continuamente por ACCEM sin posibilidad de ejercer su profesión en España hasta lograr la homologación de su título, que no llega en años. «Estamos viviendo la fuga de cerebros de otros países, al igual que nuestros jóvenes también se van, pero no la estamos aprovechando», reflexiona Yoya de las Rivas, técnica de Acogida Temporal en ACCEM. Es Yoya uno de los principales apoyos de Olfa en Sevilla. «Tanto ella, como la orientadora laboral y la profesora de español han estado desde el primer momento pendientes de todo y siempre disponibles en el móvil», cuenta la tunecina. «Desde el primer momento que los recoges en la estación de tren intento que haya una comunicación total, porque si no me cuentan las cosas no les puedo ayudar», indica Yoya, «y con Olfa ha sido todo muy fácil».

«Llegan aquí o bien a través del Ministerio como Olfa, buscando protección internacional o buscando asilo, o directamente llamando a la puerta, en situación muy vulnerable», explica Agustín Vázquez, Coordinador del Área Social y Acogida Temporal, «muchos están directamente en situación de calle». Viajes de más de 3 años atravesando África huyendo de guerras, de matrimonios forzosos, de ser víctimas de trata... y también situaciones complicadas de migrantes que llegan de Venezuela o Colombia. Las historias se suceden desde hace 30 años en la sede de Nervión de esta ONG. Para cada caso, ACCEM cuenta con cerca de 140 plazas de acogida, además de para muchas más personas atención psicológica y orientación laboral, social o jurídica, con formación o refuerzo educativo si es necesario. Su intervención llega también a sus familias -atiende a cerca de 300 a través de CaixaProinfancia- así como no solo a refugiados y migrantes sino también a otros colectivos vulnerables como mujeres víctimas de violencia de género o mayores solos.
«Me gusta pensar que en cuanto a inclusión vamos dando pasos hacia delante», expresa Agustín. Pero el trabajo de sensibilización es arduo y constante. «Realizamos actividades en centros educativos para trabajar la eliminación de bulos, mitos y etiquetas por desconocimiento», indica el coordinador. Estos avances a veces se entorpecen por circunstancias ajenas que azotan una sociedad, como el asesinato del pasado enero en Algeciras de un sacristán. «No se puede criminalizar a una comunidad entera por una persona, y eso es lo que nos apresuramos a indicar en un comunicado oficial donde condenábamos el acto», explica Agustín.

Olfa no tiene ninguna queja. Solo se permite bromear con la rapidez de los andaluces al hablar cuando tuvo que aprender el idioma. «Los sevillanos son muy sociables y amables, te hablan en el autobús o en el parque», cuenta agradecida, «yo respeto por supuesto la religión y costumbre de todas las personas, y así me han recibido a mi, las clientas del supermercado se paraban a decirme qué bonito era mi pañuelo». Y es que la dulce y fuerte Olfa destierra de un plumazo cualquier prejuicio.