Cuando tu casa se convierte en un hogar para una familia llegada de Ucrania

Francisco y Yolanda, matrimonio de Montequinto, viajaron hasta Ucrania para traer a Svitliana con sus dos hijos, que hoy están alojados en su casa, así como a dos madres con sus bebés

Hace dos semanas Francisco y Yolanda no imaginaban qué ocurría después del viaje, ni lo pensaban. Este matrimonio de Montequinto solo quería ayudar en el momento, ofrecer su furgoneta de siete plazas y su tiempo y traer a quienes tuvieran que huir de esa maldita guerra que había estallado en Europa. Por lo que recorrieron 7.000 kilómetros para traer a familias que huían de aquel horror. Hoy su comedor se ha transformado en un dormitorio para Svitlana y sus hijos de 8 y 12 años, que acaban de comenzar las clases en el mismo colegio e instituto que sus propios hijos, y que se han convertido ya en parte de su familia.

Amigos y conocidos les han ayudado con la gasolina y a comprar camas. Desde la iglesia ucraniana de Sevilla le han facilitado ropa ya que la familia traía tan solo una pequeña maleta, grupos de voluntarios ucranianos le ayudan con gestiones y traducciones, y desde la Fundación Ideas les están dando clases de español a los pequeños. «Nosotros nos comunicamos con señas o con el traductor de Google, como podemos», cuenta.

Svitlana tenía una amiga en Sevilla en cuyo piso se pudo alojar los primeros días pero era inviable continuar, por lo que Francisco y Yolanda le ofrecieron su casa, en la que se instalaron el pasado domingo. «La adaptación ha sido mucho mejor de lo esperado, es una familia muy respetuosa y prudente», cuenta Francisco. Como esta madre ucraniana es costurera se han planteado reunir dinero para facilitarle una máquina de coser de segunda mano, «pero su marido está en el frente, ahora mismo no piensa en nada a largo plazo, es comprensible».

A la llegada, acudieron a Cruz Roja para informarse de todo y a día de hoy la madre y los hijos están empadronados y con un médico asignado en el ambulatorio. Han encontrado una luz en un momento negro en sus vidas. Los niños que conviven en la misma casa se entiende como pueden, y con edades parecidas, los sevillanos los guían en su colegio y su instituto para que los ucranianos no se sientan perdidos.

Viaje hasta Ucrania

Les parece ahora muy lejano cuando llenaron su furgoneta de ayuda humanitaria que habían estado recogiendo en la Fundación Ideas de Montequinto y se pusieron a disposición de la Iglesia Ucraniana de Sevilla y otros grupos de voluntarios ucranianos para ponerse en contacto con familias en la frontera de Polonia. Lo mismo realizó otro vecino de Montequinto.

«Llegamos a  cruzar la frontera mientras veíamos a mujeres y a niños continuamente saliendo, en cola, de forma muy ordenada y subiendo a autobuses», recuerda. De Medyka, aún en Polonia, destaca el centro de acogida habilitado en un centro deportivo donde descargaron todos los productos. Allí coincidieron con muchas otras furgonetas de españoles que estaban para lo mismo, de Barcelona, Elche o Los Palacios. Todos querían ayudar. Con Francisco y Yolanda subieron tres madres, dos bebés y dos niños para ir de vuelta.

Y aunque la vuelta fue amable, con los niños sin quejarse en ningún momento, con ganas de llegar, a Francisco se le quedaron varias espinas clavadas. Como la de la mujer de 50 años que llevaron hasta Ucrania desde Sevilla para reunirse con su hijo, y tuvo que quedarse en Kiev con él porque no le dejaron salir. Ahora, por fin, van a regresar juntos y con la abuela, gracias a otro matrimonio de Montequinto que hará el viaje. «No me quito tampoco de la cabeza a una chica que se me acercó para preguntarme si podía llevarla hasta Sevilla», confiesa. Él ya tenía las plazas reservadas de su furgoneta pero consiguió una para ella en otro trasporte. Para cuando fue a buscarla, ya no estaba. «¿Habrá conseguido llegar a donde quería?», se pregunta.

En una situación tan cruel e incomprensible como una guerra, donde más de tres millones de personas han debido desplazarse y las bombas caen sin control, toda ayuda parece poco. Pero el apoyo de esta familia es mucho, cada grano de arena lo es. Pueden suponer una sonrisa donde todo es oscuridad.

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