Cuando los 300 se convirtieron en cerca de 4.000 voluntarios ayudando en Sevilla

De confeccionar y repartir más de 150.000 mascarillas a entregar más de 250.000 kilos de alimentos. Tulio O'Neill es la cara visible de toda una red de solidaridad

Una señora mayor, con su marido y su hijo enfermo, dedica la tarde a limpiar concienzudamente el congelador que tienen en casa. Está sonriendo. Se siente útil. El electrodoméstico irá a parar a un convento donde por fin podrán conservar alimentos que les donan para las familias más necesitadas. «Gracias por hacerme sentir inmensamente feliz», le escribirá más tarde esta mujer a Tulio O´Neill, impulsor del grupo Los 300 voluntarios de Sevilla, e intermediario en la donación. «Ya ves, que nos lo agradezca a nosotros cuando es ella quién es la generosa», reflexiona Tulio a Sevilla Solidaria.

Personas sencillas como ella, rostros anónimos, empresas generosas y voluntarios entregados son el motor de esta iniciativa solidaria que comenzó el 17 de marzo, poco después de decretarse en España el estado de alarma. María Pérez Guzmán, mujer de Tulio, se decidió a confeccionar en casa mascarillas, un producto tan necesario como escaso por entonces. Al día siguiente, ya eran 26 mujeres las que se le habían sumado. A través de una farmacia del Porvenir, entregaban material y recogían mascarillas, y la maquinaria no paraba.

Pronto, el boca a boca fue más rápido que el viento, y la misma operación se repetía por todos los barrios de Sevilla. Más de 3.000 kilómetros se recorrió en dos meses Tulio en coche dejando material en farmacias y recogiendo los productos ya terminados para luego repartirlos por ambulancias, hospitales o residencias. El 1 de mayo ya eran 300 voluntarios, lo que dio el nombre al grupo. Repartieron más de 150.000 mascarillas, 30.000 batas y 30.000 gorros de ducha. Hoy son más de 3.800 voluntarios en su grupo de Facebook colaborando en lo que se necesite.

Remedios Pérez, del proyecto Fraternitas, Tulio O'Neill y Araceli Gordillo en una de las entregas de alimentos

Entrega de alimentos

De confeccionar material para los sanitarios, el objetivo principal ha derivado desde abril a la entrega de alimentos y productos de primera necesidad a parroquias, asociaciones o comedores sociales. «Ayudamos a los que ayudan», explica Tulio. Cuando el confinamiento se levantó, utilizaron la academia de María en El Porvenir, en la calle Nuestra Señora de las Mercedes, como cuartel general. Y aquello no ha parado de ser un ir y venir de personas donando, siempre cumpliendo las normas de distanciamiento.

Entrega de alimentos en el comedor social de Bellavista

En este tiempo han entregado más de 250.000 kilos de alimentos, la mayoría gracias a donaciones de particulares. Cajas en portales de vecinos con un cartel animando a donar o recogidas de productos en supermercados. «Hemos llegado a llenar siete carritos en un solo día y un solo supermercado», explica este abogado, aún sorprendido. A Tulio, la pandemia le ha abierto los ojos a dos realidades, distintas pero complementarias: la necesidad de tantas familias y la solidaridad de aún más.

Cadena de solidaridad

En Dominicas de Madre de Dios, María Pérez de Guzmán junto a Sor Adela y Sor Patricia

«Estos meses me han traído una experiencia preciosa y tristísima a la vez», confiesa. Ha conocido a tanta gente buena que ya ha perdido la cuenta. A Sor Adela, del convento Madre de Dios, que junto a las demás hermanas se dedicaron a confeccionar mascarillas con ellos. Habían dejado de hacer dulces porque les parecía una frivolidad en estos tiempos. Cuando los 300 voluntarios lo supieron, le llegaron a encargar 380 docenas de magdalenas. Y así han continuado con otros conventos. A Fran, de la Hermandad de Montserrat, siempre dispuesto a llevar alimentos donde haga falta. A Paco Galán, que cortó altruistamente rollos de tela TNT, sin ninguna pregunta, para que los voluntarios siguieran confeccionando mascarillas. A cada uno de los integrantes del grupo Facebook que se apresuran a responder al momento a cada petición.  O la suegra de Tulio, que aún cose con sus más de 90 años más de 60 mascarillas al día. Y así, uno tras otro. Granito a granito. Sonrisa tras sonrisa.

«Ahora sobre todo nos piden más ayuda de las parroquias, han triplicado las listas de personas demandando alimentos», explica. Y ellos seguirán, soñando en que quizás algún día no se necesite esta ayuda.

Comentarios