Ana Bella: «el abuso no es amor»
Ana Bella sufrió maltrato físico durante once años por par te de su exmarido. «Me decía que me pegaba porque me quería», recuerda. Una noche, después de haber sufrido innumerables episodios de violencia y vejaciones, decidió huir: «utilicé mi fuerza, mi miedo y mi valor para coger a mis cuatro hijos e ir a la policía a denunciar». Pero la calma no le llegó enseguida.
Después de vivir en una casa de acogida y en un piso tutelado y empezar a salir adelante con sus propios medios, Ana Bella seguía sin poder dormir. Le atormentaba pensar en tantas otras mujeres que estaban viviendo ese terror silencioso que ella vivió durante once años. Las campañas de entonces tampoco ayudaban. «Todos los carteles eran de mujeres victimizadas, con la cara tapada y enseñando las consecuencias físicas del maltrato, pero yo jamás me sentí identificada con ellas», rememora.
Pensando en esas mujeres que continuaban siendo víctimas y que esas campañas no hacían reaccionar, Ana Bella decidió salir en un programa de televisión a cara descubierta dando un mensaje en positivo. Fue poco después del caso de Ana Orantes, y el mensaje tenía el objetivo de transmitir que hay una alternativa a todos los casos que salen en las noticias: «en lugar de morir asesinada, puedes ser feliz». El resultado de esa primera entre vista fue más de mil llamadas en el teléfono de Ana Bella. Esa fue la primera piedra en la puesta en marcha de una asociación que a día de hoy ayuda a miles de mujeres en todo el mundo a salir del maltrato.
«La primera mujer que me llamó para pedir ayuda se quedó en mi casa, y después fuimos ayudando a otras y creando una red», explica Ana Bella. En 2006 formalizó la Fundación Ana Bella, que la protagonista define como «una red de mujeres supervivientes que hemos transformado el sufrimiento que vivimos en empatía para ayudar a detectar a las víctimas invisibles para que salgan de una relación abusiva y ayudarlas a que recuperen sus vidas». La clave es ayudarlas a ser mujeres felices, quitarles de encima el estigma de víctimas y que se conviertan en mujeres empoderadas capaces de actuar como agentes de cambio ayudando a otras mujeres. «La violencia contra las mujeres tiene dimensiones de pandemia, y nosotros hemos encontrado una vacuna que funciona en todos los países: canalizar la experiencia y empatía de las supervivientes para impulsar un cambio», sostiene Ana Bella.
Las cifras que maneja la fundación después de casi treinta años de trayectoria son estratosféricas: 44.000 mujeres que han pasado de víctimas a supervivientes, 28.000 mujeres en la red de la fundación, más de 150 centros educativos y empresas implicadas en la causa, 8.000 oportunidades laborales y 400.000 personas formadas como agentes de cambio. Todo ello en 88 países. Bajo el lema de que «el abuso no es amor», la fundación cuenta con numerosas iniciativas para ayudar a las mujeres a salir del maltrato. Entre ellas se encuentran la Escuela Ana Bella para el Empoderamiento de la Mujer, la Academia Lideresas Supervivientes, una iniciativa de Cooperación al Desarrollo en Guinea Bissau, testimonios positivos en medios de comunicación, y formaciones en empresas y centros de enseñanza.
Todas estas iniciativas le han valido a Ana Bella premios y reconocimientos, como la Medalla de Andalucía en 2020 o el Premio a Innovación Social de Fundación “la Caixa” en 2017. Precisamente el pasado jueves 7 de marzo se celebró una de estas actividades en Sevilla, en la tienda de la firma de moda Hug&Clau, con la que la Fundación Ana Bella colabora impar tiendo charlas y talleres con el objetivo de ayudar a identificar a las víctimas de violencia de género, así como ofrecer oportunidades laborales. Ana Bella reconoce que después de tantos años todavía hay mucho camino por recorrer. Uno de los objetivos de la fundación ahora es que «en lugar de dar las cifras de cuántas mujeres han sido asesinadas se contabilicen cuántos hombres hay en prisión, para demostrar que el maltrato a las mujeres no queda impune». Para ello, aboga por cambiar el discurso y el foco: «que la sociedad no nos vea con el ojo morado, sino con mujeres supervivientes que somos parte de la solución, y no sólo una víctima».
Trabajar de la mano con la Administración es fundamental para con seguir ese cambio. «Pedimos que haya un protocolo que establezca una sentencia condenatoria sin necesidad de que la víctima declare, que se haga incidencia para que el entorno de la víctima también denuncie, que el dinero del Pacto de Estado se utilice para co crear soluciones eficaces, que cuenten con las supervivientes para ser mediadoras en los procesos, porque somos la conexión que falta y llegamos donde los demás no pueden», reclama Ana Bella con el objetivo de conseguir un verdadero cambio.