«Vergüenza debería dar robar, no pedir cuando necesitas ayuda»

La Asociación Vopan reparte alimentos a 86 familias de Utrera y la mayoría de sus voluntarios son personas que llegaron necesitando ayuda o aún la requieren

Cuando miran a los ojos de quienes vienen a por alimentos, estos voluntarios que los reciben reconocen de inmediato qué hay detrás. Saben de esa vergüenza del primer día, cuando has asumido que no vas a ser capaz de llenar el frigorífico y debes recurrir a una ayuda. Saben qué supone, cuando todo está negro, poder llegar a casa y tener qué echar a la olla. Y, sobre todo, conocen perfectamente la sensación de infinito agradecimiento. Porque la mayoría de quienes echan una mano en la Asociación de Voluntarios de Utrera (Vopan) han estado también al otro lado. Y muchos de ellos incluso aún necesitan de esa ayuda.

«Te atendían con una sonrisa cuando tú no sabías ni donde ponerte y yo quise pertenecer a ese grupo, formar parte de esa cadena de solidaridad», explica el joven Manuel González, que ya puede presumir de trabajo, pero en siete años no ha faltado como voluntario en esta nave de la barriada El Tinte. Él, junto a otros trece voluntarios, reciben las donaciones del Banco de Alimentos de Sevilla, las organizan y la entregan a 86 familias de toda Utrera que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Con las donaciones económicas de Obra Social 'la Caixa' compran los alimentos con los que completar la entrega.

A otro compañero, también Manuel, se le pone hasta el vello de punta pensando lo que supone esta ayuda para otras personas. Hace siete años acudió al Ayuntamiento de Utrera solicitando ayuda y le hablaron de Vopan. No sabía que allí no solo encontraría una ayuda material sino una razón para seguir luchando. Tras un año con la salud delicada, aún sigue en paro. «Cuando ves a una persona que necesita ayuda no puedes quedarte con los brazos cruzados», indica. Aurica es la más veterana de las voluntarias. Rumana pero con una hija ya utrerana, la acogieron en Vopan en sus peores momentos y ella decidió corresponderles dando su tiempo. Cuando consiguió trabajo y una cierta estabilidad, no los olvidó. Lleva trece años de voluntaria.

Y así con cada uno de ellos. Francisca, que acude cada vez que la llaman, para repartir en la nave o para las dos grandes recogidas al año del Banco de Alimentos. También ella necesitó ayuda. Y, a su lado, su hermano Juan y su sobrina Cristina. «Echamos muchas risas, nos llevamos todos muy bien», confiesa Cristina. O Luis, jubilado, que prefiere hacer algo útil a aburrirse en casa. O Marina, que comentaba con Claudia a la entrada, cómo estaban las dos sin aire acondicionado en el coche. «Mientras el coche ande, eso es lo de menos», le decía con positividad. Una joven a la que su abuelo le inculcó el amor por el prójimo. Y así, uno tras otro, Manuel Espinosa, José López, Mari Plata...

En sus historias un nombre se repite: Ani. Ana María Valdivieso es la vicepresidenta de la entidad. Ella junto a otras 5 personas de la Junta Directiva pusieron en marcha Vopan hace 16 años. «Ani es una de las personas que más ayuda presta de toda Utrera», indica sin duda Manuel. Este grupo inicial decidió hacer algo por los demás. Primero limpiando los jardines de barriadas como La Paz o Vistalegre y luego repartiendo alimentos entre los que más lo necesitaban, cuando en la localidad solo realizaban esta función Cruz Roja y Cáritas, explica Ana María. En 2005 el primer camión con comida, entonces de la Comunidad Europea, llegó a la asociación y desde entonces no han parado. Su energía, su solidaridad y sus sonrisas han contagiado a todo el que se acercaba. Ana María atiende a Sevilla Solidaria en la nave donde hacen el reparto.

—¿Cómo empezó esta aventura?

—Éramos un grupo que nos reuníamos para limpiar zonas que estaban en muy mal estado, como Vistalegre o jardines de las barriadas. Había muchos que nos decían que si, ya que hacíamos eso, podíamos ayudarles a encontrar trabajo. Así que nos planteamos ir más allá. ¿Y si hablamos con la Comunidad Europea para que nos traiga alimentos y los repartimos? Eso hicimos, y en 2005 llegó el primer camión. Hoy atendemos a 86 familias.

—¿Cuántos sois en la asociación?

—Somos 6 en la Junta Directiva y 16 voluntarios, de cualquier partido, procedencia o religión. Viene una voluntaria marroquí que lleva 21 años aquí o una de Rumanía que su hija es utrerana. No me importa, siempre que ayudes y colabores. Hemos tenido un cubano, más grande que un pajar, que era musulmán y me pidió una carta de recomendación cuando se fue a su país.

—¿Cómo seleccionáis a las familias beneficiarias?

—Necesitamos un papeleo que confirme su situación familiar. El Banco de Alimentos de Sevilla nos exige todo eso. Quien tiene 426 euros no puede echar el mes, imposible para una familia con hijos, por eso les ayudamos. Cada dos meses repartimos lo que nos manda el Banco de Alimentos y con lo que compramos con la ayuda económica de la Caixa. Repartimos alimentos de primera necesidad. Lo que no podemos es pagarles un recibo de luz o de agua, porque no disponemos de dinero para eso. Pero sí los derivamos a otras instituciones como Cáritas o Cruz Roja.

—¿En qué situación están esas familias?

—A veces cobra el paro ella, otras él. e incluso puede que los dos auqnue si tienen tres hijos no les llega. Además, muchas mujeres estás divorciadas y el padre no les pasa nada. Hay quienes tenían buenos empleos, pero lo perdieron y también terminaron las ayudas. A éstos los hemos atendido en otro horario porque les daba vergüenza venir. Cuando se han venido abajo conmigo les he dicho: «vergüenza es robar, pero pedir no es ninguna vergüenza».Hay quien critica que le demos a quien tiene coche. ¿Y qué va a hacer? ¿Malvenderlo cuando a lo mejor lo necesita? Luego les ha salido trabajo en Sevilla con horarios de noche y lo han necesitado.

—¿Hay quienes han ido saliendo de esa situación?

—Sí. Me han encontrado en la calle y me han dicho con una sonrisa: «Ani, bórrame de la lista que ya he encontrado trabajo». Me da mucha alegría. Y es que cuando ves a los niños volverse locos de alegría cuando les damos galletas de chocolate o yogur, te das cuenta de la necesidad, ahora que los niños solo quieren una tablet o un ordenador.

—¿Cómo se lleva en el día a día encontrarte con esta realidad?

— Antes me llevaba los problemas a casa y no podía ni comer. Yo, que no podía quejarme de mi vida, tenía ansiedad. Pero llega un momento que ya no puedes seguir así.

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