Antonio Fernández, representante de Fundema

«Tutelados de Fundema han pasado de vivir entre ratas a notar una mancha de café en el mantel»

Fundema asume la tutela o curatela de personas mayores incapacitadas legalmente que no cuentan con un apoyo familiar

Tarjetas de felicitación de Navidad han llegado por carta a la sede de la Fundación para la Promoción, Desarrollo y Protección de las Personas Mayores (Fundema). Son manualidades como las que un hijo entregaría a sus padres, realizadas por personas mayores que en esta entidad tutelan. Estas personas, incapacitadas legalmente y solas, han pasado de estar abandonadas, en la calle o algunas incluso acumulando basura debido a un Síndrome de Diógenes, a integrarse en la comunidad de una residencia donde están aseados y medicados correctamente. Y donde un delegado tutelar de Fundema acude a prestarle compañía y a velar por que su situación sea la más apropiada posible.

—¿Cuándo y cómo se constituye Fundema?

—En el 98 Foam y Nuevas Altenativas la forjan para dar solución a multitud de casos de personas con posible incapacitación de la que su familia no se hacía cargo o incluso maltrataba. Hasta entonces no había ninguna entidad, salvo la Administración, que asumiera la tutela.

—¿Cómo llegan los casos a vosotros?

—A veces son los mismos vecinos los que denuncian una situación o el director de una residencia. El fiscal emite un informe y si no hay familia se ponen en contacto con una institución. Actualmente existe la Fundación Hispalense de Tutelas que aglutina varios colectivos, también el de mayores, y, de momento, los nuevos casos los asumen ellos.

—¿Cómo es vuestro trabajo tras el primer contacto?

— La misión de la fundación es valorar cuál es el sitio ideal para esa persona. La mayoría de las veces es un peligro para sí misma seguir en su casa sola y proponemos la institucionalización en un centro. Empezamos a tramitar desde lo más básico: un carné de identidad, una pensión o la asignación de un médico.

—¿Cómo es la evolución que veis en ellos?

—De no tener nada, incluso llamar al Ayuntamiento para que fumiguen su piso, a estar en una residencia el cambio es tremendo. Ya están medicadas por su tensión o el azúcar, los que tienen un problema con el alcohol están tratados, y todos mantienen una higiene y una alimentación adecuada. Son cambios radicales. De vivir entre ratas y cucarachas a tener una mancha de café en la cama y pedir que se la cambien. Esa es la recompensa que tenemos.

—¿Cuál es el trato con los tutelados?

—Sabemos constantemente cómo están en gran parte por los delegados tutelares, voluntarios que son los ojos de Fundema. Los acompañan, les leen un libro o los llevan a pasear. Es un voluntariado que necesita una formación porque se trata de una situación difícil. Gran parte de nuestros tutelados no tienen conciencia de lo que dicen debido a la demencia por la edad. El delegado, a pesar de que no se lo estén agradeciendo, sabe que lo hace por el bien de ellos.

—¿Se crean vínculos?

—Sí. Desde llevarles una tarta por su cumpleaños a sentir su pérdida. Hace poco ha fallecido uno de nuestros tutelados y cuando llamamos a la delegada tutelar para comunicárselo ya estaba en el tanatorio. Solo tengo palabras de agradecimiento para esta figura, porque hay personas muy solas.

—¿Qué otros proyectos tenéis entre manos?

—Queremos fomentar un voluntariado de mayores para mayores, en un proyecto que pondremos en marcha en enero. Se trata de crear delegados tutelares no solo para nosotros sino también para otras entidades. Y también queremos denunciar en una campaña el maltrato a mayores. Desde aquí, asesoramos sobre dónde acudir y qué servicios y ayudas tiene la Administración.

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