«Las víctimas de trata sufren la violencia machista más extrema»
No hacen pública su dirección. En el Programa Onna Adoratrices, la seguridad de las mujeres a las que atienden es extrema, porque la mayoría sufre grandes amenazas. Desde víctimas de trata a las que la Policía ha liberado y que comienzan una nueva vida en la Casa de Acogida de la Congregación de las Religiosas Adoratrices; a mujeres en situación de extrema vulnerabilidad que ejercen la prostitución y acuden para salir de la exclusión animadas por compañeras, algunas con sus hijos de la mano. Nuria López, psicóloga del programa, incide en el enorme daño psicológico que presentan, mucho más difícil de sanar que cualquier herida o quemadura. Una realidad que ocurre aquí, en nuestros barrios. La esclavitud de la que apenas se habla.
«Algunas han salido de su país con 13 y 14 años, y después de todo lo que han vivido, les cuesta mucho disfrutar, poder vivir bien la vida», explica Nuria. Cuando te han tratado como mercancía, dejar esa realidad atrás y lograr la normalidad es complicado. Salir con alguna amiga les supone un mundo, incluso al principio salir a la calle es una tortura. «Nos decían que se cruzaban con hombres que las habían violado, no podían ni pasear».
Proceso de recuperación lento
Estas mujeres han visto sus derechos pisoteados uno a uno. Recuperarse de una situación tan traumática es un proceso lento. Pero es el objetivo del Programa Onna Adoratrices, que el pasado año atendió a un total de 57 mujeres.
En el caso de una chica que haya sido liberada de una Red de Trata el Programa la acoge de urgencia en su Casa de Acogida dentro del proyecto Dámaris. En Sevilla acogen a mujeres que han sido explotadas en otros puntos de España, y a las de aquí las alejan también lo máximo posible en otro recurso de las religiosas. Las primeras 24 horas son básicamente para comer y dormir. Después, hay que cuidar la salud, de lo que tiene bastantes carencias. Van al médico, y si detectan enfermedades, acogen la medicación que necesiten. «Los dos meses siguientes lo primero es recuperarse y adaptarse a un nuevo espacio, que empiece a estar tranquila, relajarse y recibir la atención psicológica», añade Nuria.

Para estos casos la Casa de Acogida cuenta con 12 plazas. Cuando comienzan a estar más recuperadas son ellas mismas las que se interesan por regular su situación con papeles y un ansiado empleo. Pero para llegar a eso primero deben formarse, para lo que entra en juego maestros voluntarios que les imparten diferentes materias. «Por último, adquieren habilidades prelaborales y asisten a talleres de cocina, servicio doméstico, informática... tanto aquí dentro como con formación externa para que se integren en la sociedad».
Para las mujeres que encuentran un trabajo el programa Onna Adoratrices cuenta con un Piso de Autonomía del proyecto Betual, con 4 plazas, «donde seguimos apoyándola pero se siente más autónoma». No es hasta que puede ahorrar un dinero y se siente segura cuando abandona el piso, pero la mayoría mantiene siempre un contacto con las hermanas y los trabajadores, donde ha sentido una familia.
Y dentro de los proyectos de atención, Onna Adoratrices recibe en su Centro de Escucha a mujeres con la misma problemática, víctimas de la trata o de la prostitución, sobre todo en una situación de extrema vulnerabilidad, pero que vienen de forma independiente, muchas de ellas con sus hijos. «Las atendemos desde las mismas áreas que a las demás tanto con talleres como orientación laboral, atención psicológica o temas administrativos para orientarlas con su documentación», aporta Nuria. Otra labor fundamental en el programa es la sensibilización, ya que se trata de una problemática en muchos casos invisibilizada.
Visualizar una dura y cercana realidad
Son mujeres que han dejado todo por mejorar la vida de su familia, de sus hermanos o de sus hijos, y han sido traicionadas. En muchos casos por su propia familia. «Hace poco tuvimos un caso que nos impactó mucho de una chica de Sudamérica, con estudios, a quien su propia tía en España convenció para venir a ayudarla en su negocio. Cuando llegó, le quitaron toda la documentación. Así, se ven envueltas en una situación de la que no ven forma de escapar». Incluso ya en la Casa de Acogida, las amenazan para muchas chicas continúan hacia su familia. Nuria ha conocido casos duros donde mujeres han recibido la noticia de que sus padres han sido agredidos o su casa incendiada. La deuda que la red les convence que tienen les hace a algunas pocas regresar, por miedo a lo que pueda pasar.
Volver a recuperar la confianza y sanar psicológicamente es complicado pero se puede. Se lo merecen. Y empezar por un trabajo es lo principal. Superar la discriminación de la sociedad, también. «Las africanas lo dicen, que por su color no la quieren o les han dicho que no van a trabajar nunca». Algunas incluso sienten que en la cara les ven que han sido prostitutas. Pero, a pesar de todo, la tasa de éxito es alta. «Son muy trabajadoras, se esfuerzan, pero necesitan la oportunidad». Es hora de que la sociedad se la de, por todo lo que le han quitado para siempre.