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Marina Maximiano, voluntaria de Andex: «Mi sueño desde los doce años era poder ayudar a los niños con cáncer»

Desde que era una niña Marina tuvo un camino claro que seguir. Primero, ser voluntaria de Andex. Y segundo, ser enfermera en aquella planta infantil del Hospital Virgen del Rocío

Marina Maximiano tenía cerca de doce años cuando un vídeo que vio marcó por completo el curso que seguiría su vida desde entonces. Era un videoclip de Macaco en el Hospital Sant Joan de Déu para fomentar la investigación del cáncer infantil. A Marina le sobrecogió la realidad de los niños que se enfrentan a esta enfermedad, y buscando en Sevilla, ya que ella es de Espartinas, dio con la labor de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía (Andex) y la de sus voluntarios animando a los menores ingresados en la planta de oncología del Hospital Virgen del Rocío. «Me sorprendió entonces lo duro que era el proceso, lo mal que lo pasaban los niños, pero lo bien que se mostraban, con una sonrisa», explica.

Desde entonces tuvo un objetivo claro. Y no iba a parar hasta conseguirlo. Primero, colaborar con Andex. Segundo, ser enfermera en aquella planta infantil. Andex no acepta voluntariado en su programa de animación infantil hasta que no se hayan cumplido 18 años de edad. Así que a Marina le tocó esperar. «Llamé a los catorce y me dijeron que no, también a los 16 por si no me preguntaban la edad, pero tampoco pude», cuenta divertida. Y al día siguiente de su 18 cumpleaños, se puso por fin la camiseta azul de Andex.

Desde entonces la semana estuvo marcada por la emocionante espera para que llegara el  martes, el día de su voluntariado, y la energía con la que se quedaba tras pasar por la planta. «El primer día vi a niños que iban con sus pañuelos, con su sillas de ruedas, con los palos con estas medicaciones que traen tantas bolsas y me llamó mucho la atención», recuerda, «pero pasado el choque inicial me senté con una niña a jugar a las cartas y todo fluyó». Llegaron las canciones con sus compañeros, habitación por habitación, los conciertos improvisados, las locuras, y las risas tan agradecidas de aquellos niños, verdadera música para los oídos. La mayoría de esas personas que dedican su tiempo de forma altruista son jóvenes, aunque hay de todas las edades. De hecho, hay voluntarios que llevan ya veinte años jugando con los niños.

Marina con sus compañeros de los martes antes de la pandemia

«La visita de los voluntarios supone un rato de distracción asegurado», cuenta a su vez Blanca Gastalver, coordinadora de eventos de Andex, «están deseando que lleguen a romper la monotonía de la planta». El propósito es que pasen una tarde entretenida y que en la medida de los posible olviden por un rato que están en el hospital. Andex cuenta con aproximadamente un total de 200 voluntarios, pero las restricciones impuestas por el Covid ha reducido a 27 los voluntarios de animación a menores y a 18 de acompañamiento a los padres.

Cuando se decretó el estado de alarma en 2020, a Marina se le cortaron de raíz sus dos pasiones. Poder estar junto a los niños de oncología y los estudios de enfermería. Aunque desde Andex pusieron en marcha rápidamente una alternativa con vídeos y juegos que enviarles a los niños, Marina, al igual que el resto de voluntarios, estaba deseando volver. Como también lo estaban los niños, los padres, y el personal del hospital. «La vuelta ha sido muy limitada», cuenta Gastalver, «de hecho solo hay dos voluntarios por turno, por supuesto vacunados y guardando todas las medidas de seguridad impuestas por el hospital».

El sueño de la Planta Zero

De estos tres años, Marina tiene innumerables recuerdos, y guarda en su corazón a cada niño que ha conocido y al que ha podido hacer olvidar por un momento el lugar en el que estaba. Asegura que nada tiene que ver la relación con los más pequeños que con los adolescentes. «Muchos de los mayores no salen de la habitación, porque en un principio nos les llama estar en la sala de juegos con los más pequeños», cuenta. Por eso, antes de la pandemia, los buscaban en las camas, y terminaban haciendo piña. Sabe que debe marcar límites porque un voluntario no es un amigo, pero le resulta difícil. «Cuando entré había algunos chicos que eran prácticamente de mi edad», añade.

Por eso mismo, Marina está fuertemente concienciada con la necesidad de la Planta Zero, una unidad de oncohematología solo para adolescentes que se propone construir Andex con la ayuda de todos. «En mi casa tenemos una colección de todas las pulseras y artículos de Andex que adquirimos para colaborar», bromea. Para ella esta colaboración es su vida, lo sabe todo su entorno, amigos y familia, que le ha escuchado hablar del mismo tema desde que era pequeña. «No veo mi vida sin hacer voluntariado», asegura.

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