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La fagotista que en una pandemia sin conciertos descubrió una pasión escondida

Beatriz se presentó en Cruz Roja para colaborar un lunes y un martes, y aquello le atrapó de tal manera que no solo aún hoy es muy activa en la entidad sino que ostenta el cargo de directora local de Cruz Roja Juventud

Para la sevillana Beatriz Bueno, de 28 años, el confinamiento por el Covid en marzo del pasado año le supuso la interrupción radical de todos los conciertos que tenía previstos. Profesional del fagot, solo le quedó seguir estudiando con su instrumento en el enorme tiempo libre que se le abría por delante. Pero eso le sabía a nada cuando veía las colas del hambre en la televisión y personas con los petos rojos de Cruz Roja a cada momento. «Sé que la música aporta mucho a la sociedad, pero en ese momento lo tenía que hacer de otra forma y dedicarle tiempo a un voluntariado», cuenta a Sevilla Solidaria.

Se presentó en Cruz Roja para colaborar un lunes y un martes, y aquello le atrapó de tal manera que no solo aún hoy es muy activa en la entidad sino que ostenta el cargo desde hace un mes de directora local de Cruz Roja Juventud, que compagina con la vuelta poco a poco de los conciertos. La pasión por lo que hace se le desborda en la sonrisa cuando habla de ello. Se le aprecia en la relación con otros voluntarios y trabajadores de la entidad, desde la limpiadora con la que conversa con confianza en la puerta de la sede hasta las trabajadoras sociales que le reciben tras sus ordenadores.

Su primera labor estuvo enfocada al Programa Cruz Roja Responde, al que se dedicó todos los departamentos de la entidad para hacer frente a la gran demanda de ayuda que recibían de la sociedad, motivado por crisis de la pandemia. Bea coordinaba los registros de nuevos usuarios, consciente de primera mano del grave problema que estaban viviendo tantas familias, que no tenían para comer. «Yo misma llamaba a un usuario para que viniera a por alimentos, acudían al día siguiente emocionados y un compañero hacía el reparto, era muy bonito porque se creaba una cadena que lo veías desde el principio hasta el final».

Cuando la población se adentró en la «nueva normalidad» y la emergencia más severa se fue apaciguando, Cruz Roja pudo recupera la actividad del resto departamentos. Entre ellos, Cruz Roja Juventud, al que realmente pertenecía Beatriz. En verano se pudieron realizar las actividad de la Escuela de Verano con los niños y recuperar el resto de proyectos. En torno a 200 voluntarios solo en la capital contribuyen a la puesta en marcha de estas actividades con niños y jóvenes.

María Soto coordina las actividades con Beatriz

«El voluntariado no es un complemento de Cruz Roja, es la base de todo», cuenta María Soto, responsable de Cruz Roja Juventud. «Sin esa masa de gente que se implica y colabora, las actividades no saldrían adelante, no podríamos abarcarlo todo».

Muchos jóvenes como Bea aprovecharon el tiempo que les brindaba el confinamiento para acudir a Cruz Roja a ayudar. «Sí que se vio una llegada masiva de voluntariado, gente joven a las que le atraía pero no habían llegado nunca a dar el paso y este fue el detonante», continúa Soto, «hay quien al volver al trabajo no pudo compaginarlo y quien se enganchó para siempre».

A Beatriz le emocionó especialmente el reencuentro entre los niños y los voluntarios de más tiempo que ella, cuando pudieron verse las caras por fin tras el confinamiento domiciliario. Esa entrañable escena le confirmó que había elegido el camino correcto.

 

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