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Cuando la risa de un niño en un columpio de Tánger te cambia la vida

Cristina López realizó un voluntariado en Tánger con la Fundación Altum, hoy no puede vivir sin ayudar y entrega cestas de comida a familias sin recursos de Sevilla en Navidad

Cristina López tiene  una imagen grabada en su cabeza desde hace tres años. No puede olvidarla porque tuvo la certeza en aquel instante de que con muy poco se puede hacer a otra persona muy feliz, y quiere aplicarlo el resto de su vida. Como si de una fotografía se tratase, en el recuerdo de Cristina un niño ríe sin parar en un columpio de un parque de Tánger. Es un pequeño ciego y con autismo de un orfanato llamado La Creché, donde no dejaban de llegar más y más menores abandonados, algunos con grandes discapacidades. Aún oye su risa mientras lo columpia en una de las salidas.

«Una de las cosas que se nos quedó a las voluntarias en la mente fue que nos dijeron que no podíamos coger demasiado a los niños en brazos», cuenta esta joven de ahora 20 años, «no se podían acostumbrar porque una vez que nos fuéramos ellas no tenían manos para todos». A través de la Fundación Altum, Cristina realizó un voluntariado en el verano, antes de comenzar a cursar derecho, para ayudar en este orfanato, así como en una guardería de las Hermanitas de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta y con  madres sin recursos a través de las hermanas Adoratrices.

Cristina con un niño del orfanato de Tánger

La relación de Cristina López con la Fundación Altum había comenzado antes a través de una de las asociaciones juveniles que colaboran con ella, la asociación Gavia, con actividades como la atención a personas sin hogar. Aún hoy continúa con proyectos locales. Así, en el verano que siguió al confinamiento en 2020 ayudó a mujeres a superar la brecha digital. Y en Navidad, echa una mano cuando le dejan los estudios en el campaña: «Navidad para todos».

Navidad para todos

«Se trata de comprar una cesta de comida y llevársela a familias en riesgo de exclusión, donde hablamos con ellos y nos cuentan un poco su situación», explica. «Una madre nos estuvo contando que quería que sus hijos estudiaran en un buen colegio, pero aún trabajando todo el día y no lo veía posible», recuerda a su vez María Murillo, de 18 años. Son alrededor de 100 voluntarias las que colaboran con Altum a través de 15 asociaciones en Andalucía occidental y Extremadura, cuatro de ellas en Sevilla. Con el proyecto «Navidad para todos», que cuenta con la colaboración de la Fundación "la Caixa", llegan a alrededor de 150 familias en Sevilla.

María, al igual que Cristina, también optó por el voluntariado internacional al finalizar bachillerato. En su caso, viajó a Nápoles. Ayudábamos al Banco de Alimentos de allí, estuvimos en un campamento de verano para niños, visitamos a ancianos, entregamos alimentos y atendimos a personas sin hogar que acudían a asearse a un centro», enumera María. De todo aquello se queda con una reflexión: «ves a gente muy buena que no tenía nada», y con la gran experiencia de tratar con niños. «Cuando comenzó el campamento había una diferencia muy grande entre los niños inmigrantes latinos y los de familia italiana, no jugaban juntos, pero a los pocos días hicimos una guerra de agua entre ellos y los monitores y todo cambió».

María y Cristina junto a Lucila Oses

También María había realizado voluntariado en Sevilla antes de esta inmersión cultural en el extranjero. «Con lo que llamamos el prevoluntariado, tratando con las niñas de trece o catorce años, fomentamos esta actividad desde pequeñas para que se convierta en algo estable en el futuro», cuenta Lucila Oses, coordinadora de proyectos en la fundación. Una de los principales objetivos de esta entidad es fomentar el empoderamiento de la mujer, centrando sus acciones en el desarrollo humano, la promoción cultural y la atención social.

«Queremos darle a estas chicas todas las habilidades necesarias para que no se pongan límites y que hagan realidad sus sueños», explica Lucila. Es el caso de Take off, un concurso que se celebra desde hace seis años donde se miden a través del trabajo en equipo un total de ocho destrezas, como el razonamiento o la oratoria. En él participó María cuando cursaba primero de la ESO.

¿Por qué lo hacen? «Al principio por inercia», cuenta María, «vas haciendo un voluntariado tras otro hasta que das cuenta de lo que te hace feliz ayudar». A su vez, Cristina, que estudia derecho convencida en que ayudará a cambiar la vida de otros en el futuro, no se plantea otra opción más que ayudar: «Sinceramente pienso que una vida sin darte no tiene mucho sentido, es una vida vacía».

 

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