Florencio Gutiérrez. Fundación Padre Leonardo Castillo

«No es fácil seguir los pasos de una persona como el Padre Leonardo»

Bajo el lema «Costaleros para un Cristo vivo» ayudan a enfermos, presos y necesitados siguiendo los pasos de un emblemático sacerdote sevillano

El padre Leonardo Castillo marcó un antes y un después en la forma de ayudar a los necesitados, con especial atención a los presos, puesto que fue capellán en el Centro Penitenciario de Sevilla. Su labor ha tenido continuidad con la Fundación que lleva su nombre y de cuya gerencia se encarga Florencio Gutiérrez.

—¿Resulta complicado seguir el trabajo que inició el padre Leonardo?

—No es fácil seguir los pasos que inició una persona de relieve como el padre Leonardo. Es un desafío diario y luchamos para que nuestro trabajo tenga un feliz término, aunque es complicado porque la crisis ha hecho que disminuyan las ayudas y cada vez hay más gente necesitada. Nosotros nos valemos de recursos propios, no contamos con subvenciones, sino que nos buscamos la vida organizando teatros, desfiles de moda y buscando donativos. Así hemos ido creciendo y esperamos continuar este camino.

—¿Hay ahora más personas necesitadas que cuando él inició su labor?

—Creo que sí. La crisis ha provocado que el concepto de necesidad no se refiera solo al alimento, sino a la imposibilidad de pagar la hipoteca, por ejemplo. Hoy día parece que se necesitan más cosas para vivir que hace 20 años.

—De los colectivos a los que ayudan, ¿cuáles son los más vulnerables?

—Vulnerables son todos, pero nosotros estamos especialmente volcados con los presos. Son gente que te parte el alma porque la vida les ha conducido a esa situación generalmente por culpa de la droga. La soledad es otro drama que intentamos paliar.

—¿Está la sociedad mentalizada de la importancia de no dejar a estas personas al margen?

—Hay personas con sensibilidad ante estas situaciones, aunque el mundo acelerado de hoy hace que todo lo que no venga determinado por derecho sea difícil de tener en cuenta. Cada uno reacciona como puede ante la necesidad de los demás, como ha ocurrido con el terremoto de Nepal.

—La peregrinación que hacen cada año a Lourdes con personas en riesgo de exclusión, ¿debería ser un ejemplo de integración extrapolable a otros casos?

—Esa costumbre la inició el padre Leonardo para que la gente excluida pudiese salir unos días de su estado de soledad y postración. Se lo pasan muy bien con la experiencia, que supone un paréntesis en sus vidas. En el colectivo de los reclusos he visto auténticos milagros, ya que la peregrinación les hace reflexionar mucho y ayudan a otras personas que van con limitaciones físicas, una acción que les hace ser auténticos costaleros de Cristo vivo, que es nuestro lema.

—Además cuentan con un almacén con bienes de primera necesidad para ayudar a los desfavorecidos.

—Es otro de los principios de la Fundación y desde este espacio repartimos 130.000 kilos de alimentos a familias necesitadas, en total unas 25 que nos visitan a diario. Las donaciones las recibimos del Banco de Alimentos, hermandades y particulares, además de la Obra Social La Caixa. En nuestra sede también atendemos otras cuestiones, como el papeleo de los inmigrantes y su acceso a un empleo.

—¿Cómo les quedan recursos para ayudar también en países pobres?

—Se trata de colaboraciones muy concretas que mantenemos en lugares con necesidades apremiantes, como Perú o Kenia.

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