«Descubrí que lo único que importa es la felicidad de mi hijo»
Cuando su hijo Jesús cumplió tres años, los médicos le dijeron a Rosi que contaba con un retraso de uno. Tenía una discapacidad intelectual del 75% a raíz de un sufrimiento fetal. Esta vecina de la localidad sevillana de Gilena se centró en enseñarle todo lo que podía, pensando que aquel diagnóstico desaparecería, con paciencia, esperanza y también frustración. Pero un día se detuvo, cansada, y se preguntó qué estaba haciendo. Si no estaría consiguiendo martirizarle con esa actitud. «Lo único que tenía que procurarle a mi hijo era que fuera feliz, lo supe entonces, y eso nos hizo felices a nosotros».
Lo logró. Ahora, con 32 años, Jesús es feliz. «Me siento muy orgullosa porque todo el mundo habla muy bien de él, en Gilena todos lo conocen, es simpático y halagador, nunca tiene una mala palabra para nadie», explica a Sevilla Soldiaria Rosario Rodríguez, más conocida como Rosi, y presidenta de Aspadig. La asociación llegó porque esa reflexión no se la quedó en aquellos años para sí sola, sino que la compartió con su entorno. A los 13, que Jesús no pudiera ir al campamento con los compañeros del colegio al que iba en Antequera, fue un detonante para esta madre luchadora. Y otros padres se unieron a ella y a su determinación para conseguir que en su propio pueblo sus hijos disfrutaran como cualquier otro niño y sacaran lo mejor de sí mismos.
—¿Conseguiste tu objetivo, que tu hijo sea feliz?
—Completamente. Te puedo asegurar que Jesús, que tiene 32 años, es feliz Me siento muy orgullosa porque todo el mundo habla muy bien de él, en Gilena todos lo conocen, es simpático y halagador, nunca tiene una mala palabra para nadie. Y al fin y al cabo ese es el objetivo de todos los padres de la asociación para nuestros usuarios. Su felicidad y que sean lo más autónomos posible.
—¿Cómo ha sido la evolución de la asociación estos años?
—Ha sido una lucha constante, pero el pueblo siempre nos ha apoyado, con una gala benéfica o lo que hagamos. Nunca pensé que daríamos estos pasos de gigante. La asociación es muy conocida en Gilena, nuestros usuarios se muestran mucho y los vecinos los tratan muy bien. Un escritor gilense, José Romainoc, publicó un libro a beneficio de la asociación y pronto sacará la segunda parte, también solidaria con Aspadig. Y eso es solo una muestra de lo que hacen por nosotros.
—¿Cuántos usuarios tenéis?
—Son unos 15 usuarios, desde los 8 años hasta los 30, aproximadamente y de Gilena y su entorno. Tenemos logopeda, talleres de habilidades sociales, de reciclaje, de educación social, de manualidades... Y salidas de ocio. Van a la piscina y hacen deporte una vez en semana. Incluso tienen un taller de teatro con un director del pueblo que se ha ofrecido. Según la época, van a ver ver belenes o los pasos de Semana Santa a Sevilla. Para nosotros estas salidas son muy importantes , porque tienen derecho como cualquier otra persona.
—¿Esa inclusión social se consigue en el ámbito laboral?
—Estamos luchando por ello, el Ayuntamiento está colaborando con nosotros. Hay una chica con Síndrome de Down que nos ayuda como monitora para los niños más afectados y eso sube su autoestima. Trabaja desde hace unos 8 años en el colegio haciendo fotocopias o llevando papeles. Manoli se va de comida con los compañeros, es una más. Por otro lado, Francis es barrendero. La idea de los padres es que tengan una rutina, aunque luchamos para que tengan una remuneración equitativa. No tenemos por qué ser todos iguales, hay que ser diferentes, pero todo el mundo debe aceptar esa diferencia.
—¿Cómo es la labor de los voluntarios?
—Es muy importante, siempre tiramos de amigos y familia. Y está nuestra Carmen, que antes trabajaba con nosotros como logopeda pero enfermó y ahora nos ayuda como voluntaria. Por ejemplo, hace unos años llevó a los chicos a una discoteca y disfrutaron muchísimo, tienen que vivir todas las experiencias. Y a finales de junio estuvimos en Marbella 7 madres con nuestros hijos. Carmen vino con nosotros, sin tener ningún familiar afectado, y nos llevó a conocer la ciudad.
—¿También la sociedad trata diferente a los padres de un hijo con discapacidad?
—La gente piensa con pena en padres como nosotros, pero a mi me ha hecho muchísimo mejor persona, capaz de valorar lo que tengo. Un paso en mi hijo es lo más grande. Y es que lo que más te aporta en la vida es la familia.
—¿Qué planes de futuro tienes para la asociación?
—Mi ilusión es contar con un centro donde los chicos trabajasen y una vivienda tutelada donde pudieran ser autónomos.