Jóvenes Solidarios

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De beneficiaria como niña a voluntaria todas las tardes en una asociación del Polígono Norte

«Al principio tenía miedo de cómo me iban a tratar los niños al pasar de una más a ser monitora, pero me mostraron mucho cariño y me respetan», explica esta voluntaria de la asociación Rutas

No hace tanto que Beatriz Cantador era una niña como las que ahora ella apoya como voluntaria en la Asociación Rutas del Polígono Norte, trabajando en los deberes o riéndose con el compañero. Este rincón, al que considera como un segundo hogar, está desde siempre en sus recuerdos. Cuando Beatriz apenas tenía 5 años y veía entrar a su hermano, dos años mayor, en la asociación le lloraba disconforme y desconsolada a su madre. Quería quedarse con él en aquel lugar donde no sabía muy bien qué se hacía pero de donde se salía siempre con una sonrisa. «Hubo una época en la que mi cuarto estaba empapelado de manualidades de Rutas, y aquí he hecho grandes amigos, con muchos mantengo el contacto», explica esta joven de 21 años.

Beatriz Cantador en la sede

Muchos de los niños y jóvenes que aquí acuden tienen problemas en casa. En esta asociación no solo encuentran un apoyo escolar para mantener el ritmo en el colegio sino también un espacio de confianza donde hablar y que le escuchen. Beatriz se considera afortunada con la familia que tiene. Su padre falleció cuando ella tenía apenas 11 años pero su madre siempre les ha arropado y, de hecho, es una más en la asociación desde que acude a la escuela de madres que se imparten. «Con lo que más me ayudaron a mi fue con la timidez, yo era muy tímida, y conocí gente con las que me volví más sociable», indica Bea.

Ahora esta joven trabaja en un comedor escolar y estudia fotografía pero se mantiene fuertemente ligada a Rutas como voluntaria. Acude de lunes a jueves todas las tardes para ayudar con el refuerzo escolar, y los viernes en las tardes de ocio. Además de echar una mano con las redes sociales o con lo que haga falta. «Al principio tenía miedo de cómo me iban a tratar los niños al pasar de una más a ser monitora, pero me mostraron mucho cariño y me respetan», explica. Ese cariño que sintió las primeras veces que echó una mano, en el campamento de verano cuando tenía 17 años, y el agradecimiento de los niños le hizo decidirse a convertirse en voluntaria.

Irene Castilla, en el centro, junto a Aranza García y Almudena Martín, trabajadoras de la asociación

Actualmente en la asociación cuentan con 8 voluntarios fijos, entre ellos también el hermano de Beatriz. «El voluntariado nos ayuda mucho», indica Irene Castilla, presidenta de Rutas, «porque lo ideal es un trato lo más individualizado posible debido a las deficiencias que presentan en el colegio». La asociación lleva desde el 75 en el Polígono Sur y la simbiosis con el barrio es total. Las familias apuntan a sus hijos por el boca a boca o porque lo recomiendan sus profesores en el colegio. Incluso hay niños cuyas madres también asistieron como beneficiarias.

En torno a 75 niños acuden a Rutas

«El rendimiento escolar es importante pero la verdad es que aquí se la damos más a cómo están ellos, si un día hay que parar la actividad para llorar o contar algo, eso es mucho más necesario», continúa Irene que ya sueña con que la asociación en un futuro esté dirigida por gente del barrio. «Personas preparadas, con ganas. Bea, por ejemplo, tiene esas aptitudes, es responsable, dispuesta».

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