Cuarenta hermandades unidas para que toda familia pueda llenar su cesta de la compra
Las buenas obras no son relegadas al período navideño por parte de las hermandades en Sevilla. Durante todo el año hay una labor intensa gracias a la implicación de numerosos voluntarios. Y cuando el trabajo se realiza codo con codo se llega más lejos. Impulsadas por la fe y el convencimiento de ayudar al prójimo, cerca de 40 hermandades del Casco Antiguo trabajan en el proyecto más ambicioso que las corporaciones sevillanas desarrollan conjuntamente. Se trata de un economato social que otorga dignidad al beneficiario dándole la oportunidad de adquirir los productos de primera necesidad con sus propios recursos, aunque a un precio adaptado a sus necesidades. José Antonio Romero, hermano mayor de La Hiniesta y actual presidente, atiende a Sevilla Solidaria junto a Manuel Rodríguez, de la Hermandad de La Soledad y secretario; y Pablo Gálvez, de la Hermandad de La Cena y coordinardor del economato.
—¿Cómo se ha conseguido el trabajo en común de tantas hermandades?
—Porque ofrecemos un proyecto social de calidad. Para nosotros era impensable antes poder hacerlo conjuntamente pero ahora hemos sido espejo donde mirarse en otras zonas de Sevilla y fuera de ella, como en Málaga, Huelva, Cartagena o Toledo. Es importante mantener la unificación de criterios. Cuando una hermandad estudia a un beneficiario utiliza una serie de parámetros que es igual para todas.
—¿Y quiénes iniciasteis el proyecto?
—El proyecto surge de la voluntad de 11 hermandades del entorno de Los Terceros que tomamos como ejemplo el economato de las Hijas de la Caridad que ya existía en Triana. Lo primero que planteamos fue darle cobertura jurídica creando la fundación. No es fácil ponerse de acuerdo pero sí existía la voluntad de los hermanos mayores y la disposición de los diputados de caridad. Sin olvidar al sacerdote que apoyó el proyecto, el párroco de Omniun Sanctorum Pedro Juan Álvarez, y al presidente de su Cáritas, Manolo Vaquero.
—¿Cómo funciona el economato?
— Aquí las personas compran con su dinero, solo que el precio de venta al público es adecuado a personas con escasos recursos. Nosotros lo compramos como el resto de supermercados pero el 25% lo paga el usuario y el 75% la hermandad que lo deriva. Además, cada hermandad le marca una limitación en cuanto a la cuantía que puede gastar.
—¿Cómo se financia la fundación para el resto de gastos?
—La fundación se mantiene con recursos propios porque cada hermandad aporta una cuota mensual para pagar el mantenimiento del economato. Si el Banco de Alimentos u otra institución nos regala algo, lo regalamos a su vez al beneficiario. También tenemos una importante ayuda de Obra Social la Caixa, que destinamos a nuevas familias que la necesitan, ya que las hermandades tienen listas de espera.
—¿Cómo es el perfil de los beneficiarios?
—Muy variado, desde la persona mayor jubilada que tiene una pequeña pensión al matrimonio en el que los dos son licenciados pero se han quedado parados. Las hermandades les ayudan y muchos han podido seguir adelante por sus propios medios, dejando de venir aquí. De hecho, nuestra recomendación es que las hermandades revisen al menos cada tres meses cada caso, por si ya no es necesaria la ayuda. Además, atendemos a 14 conventos y 5 asociaciones que vienen un día diferente al de las familias.
—¿Cuántas personas pasan por aquí?
—Este año tenemos una media de 650 familias al mes. En los últimos años ha podido bajar un 8% porque llegamos a atender en su día hasta a 750 familias.
—Y todo el equipo que lo mantiene es voluntario, ¿no es así?
—Sí, estar aquí es una satisfacción muy grande. El año pasado movimos a 220 voluntarios. Contamos con un equipo de limpieza, de almacén y de atención al público. Algunos son fijos y otros que van rotando ya que, gracias a Dios, tenemos mucha demanda de los que quieren colaborar.