Pablo Díaz, voluntario en Malawi

«Antes de irme a Malawi no sabía lo solidarios que somos en Sevilla»

Pablo Díaz lo tenía claro desde pequeño. Cuando acabara la carrera se iría de misiones a ayudar donde lo necesitasen. Y así ha sido. La ocasión le vino casi de casualidad. La ONG Helping Malawi se puso en contacto con él el pasado año, justo al terminar Derecho. No se lo pensó este sevillista acérrimo, menos aún cuando le dijeron que el voluntario anterior había creado allí el equipo del Sevilla FC de Malawi. Hizo las maletas y se plantó en Chezi, un pueblo muy pequeño donde las monjas ayudan con un orfanato y un hospital.

Durante los seis meses que este sevillano de 26 años estuvo en África hubo algo que le llamó especialmente la atención: la frecuencia con la que el nombre de Sevilla se repetía en placas adheridas a construcciones (hospitales, orfanatos, colegios…) de los poblados de Malawi. Numerosas asociaciones, ONG, empresas o Ayuntamientos de toda la provincia de Sevilla han dejado su huella en el país con ayudas que realmente cambian la vida de los que allí viven. Pablo ha colaborado en la causa con su propia presencia, y vuelve con la convicción de que también a él le ha cambiado la vida vivir esta experiencia.

¿Qué te empuja a tomar la decisión de irte?

Sabía que después empezaría a trabajar y no lo haría, era ahora o nunca.

¿Qué labor realizas allí?

Me voy como profesor. Hay un colegio allí, el colegio St. Mathias, adonde van los niños de Chezi y de los pueblos de alrededor. Hay miles de niños sentados en el suelo, unos 200 en cada aula. Les daba clases de inglés, de matemáticas… de todo un poco. Por las tardes me iba al orfanato de la misión, gestionado por las monjas, con unos 250 niños, y me encargaba de algunos cursos. Sobre todo les daba clases de informática con tres ordenadores de los Pentium antiguos. Las monjas organizaban también ayudas cada semana a otros poblados, con comidas o para poner vacunas, y las acompañaba. Y a última hora me encargaba del equipo Sevilla FC de Malawi.

¿Qué es lo que más te ha impactado?

No tiene absolutamente nada que ver lo que ves allí a lo que te imaginas. Me sorprendieron cosas positivas y negativas. Lo más positivo son los valores humanos que ni de broma tenemos en España. Por ejemplo, les quise regalar mi ropa antes de irme y me decían «¿para qué quiero una camiseta si ya tengo una?». Por otro lado, como es el país que más SIDA tiene, la mayoría de los niños no tienen padres. La esperanza de vida creo que está en los 32 años. Los niños me recibieron allí como si fuera su padre.

¿Viviste momentos duros?

La muerte está a la orden del día. Y viví un momento muy duro en el hospital con una niña de 10 años que se nos fue. También cuando pasé la malaria. Fueron un par de días difíciles. No dije nada a mi familia, y había momentos que me veía solo con fiebre. Pero si te digo que todo compensa, imagínate.

¿Con qué personas que has conocido te quedas?

Coincidí con una pareja de Sevilla, Javi y María, que se fueron a una misión a unos 100 kilómetros de Chezi. Se han convertido como en mis hermanos. Son personas que lo han dado todo. De hecho, seguimos los tres colaborando con la asociación Llamarada de Fuego que manda contenedores a Malawi. Y organizamos otras cosillas también.

¿Entonces sigues ayudando desde aquí?

Sí, con esta pareja hemos recaudado dinero y hemos ayudado a construir un pozo. Y hace poco me puse en contacto con la Fundación Sevilla FC para mandarles equipaciones de la cantera, que irán en el siguiente contenedor que envía Llamarada de Fuego.

Ayudas con el Sevilla FC de Malawi e incluso organizas un campeonato de fútbol.

El anterior voluntario antes de que yo llegara, Ramón Loarte, montó el equipo gracias a la Fundación del Sevilla FC. Allí lo que hacían hasta que llegué eran partidos amistosos. Nosotros nos organizamos entre todos y creamos un campeonato con cuadrante, árbitro, premios y todo. Hubo una gran expectación porque les encanta el fútbol. Yo soy supersevillista y fue impresionante el jugar la liga y ganarla. Imagínate a todos los de los poblados de alrededor cantando las canciones del Sevilla que se las sabían de memoria.

Cuentas en tu blog como allí has visto el nombre de Sevilla en numerosas ocasiones.

Me sorprendió muchísimo. Cada vez que iba a un sitio había un cartel sobre la construcción de un edificio gracias a alguna organización en Sevilla. Y es que hay muchas fundaciones y ONG de Sevilla que mandan dinero y están construyendo orfanatos, hospitales y demás. Lo he podido comprobar, el país lo está sosteniendo gente de Sevilla. Antes de irme no sabía lo solidaria que era la gente con la que vivimos.

¿Qué ha cambiado en ti ahora que has vuelto?

El ser consciente del verdadero valor de las cosas. Antes me enfadaba por ciertas cosas que no tienen ni la mínima importancia. Ellos tienen una forma de vivir que ojalá la tuviéramos nosotros. Si allí me daba un bajón me preguntaban, «¿qué te pasa? ¿estás enfermo?», y es que si estás triste solo puede ser porque estés enfermo. No tienen ni comida, ni familia, ni luz, y, sin embargo, todos todos te reciben con una sonrisa y felices siempre. Y aquí cuando pasa lo mínimo se acaba el mundo.

Escribes en Malawi un blog donde ibas contando tu experiencia.

Cada vez que iba a la ciudad me llegaba al ciber a escribirlo. Lo empecé para mantener el contacto con mis amigos pero luego hay gente que no conozco que me ha reconocido en Sevilla por el blog. Lo siguieron bastante y me ha escrito gente incluso de fuera de Sevilla. De hecho, un día en África me vino una pareja por el pueblo y me preguntó si era Pablo, imagínate mi cara de sorpresa en medio de Malawi. Y es que habían buscado información del país antes de ir y habían dado con mi blog. Lo que más me alegra de haberlo escrito es que haya servido para que más gente quiera ayudar y que por lo menos pueda salir todo esto adelante.

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