Dos Hermanas

«Lo único que necesitan es que alguien los quiera»

La figura de la familia colaboradora busca servir de referente a niños de centros de acogida, que crecen alejados del calor de un hogar

En la provincia de Sevilla existen, en la actualidad, unos 400 menores residiendo en centros de acogida tutelados por la Junta de Andalucía. Son niños que, por distintas circunstancias, no pueden convivir con sus familias y crecen, por tanto, sin referentes afectivos ni familiares, con el riesgo de que en su etapa adulta acaben en una situación de exclusión social. Con el objetivo de paliar, al menos, esta carencia de cariño y atención personalizada que, a menudo, sufren estos menores de entre 7 y 17 años, surge la figura de la familia colaboradora, recogida por la Junta en sus programas de protección a menores, que busca el compromiso de familias voluntarias que quieran pasar parte de su tiempo con estos menores.

Chari, una vecina de Montequinto, en Dos Hermanas, es junto a su marido una de estas familias colaboradoras que, desde hace un año y medio, comparte su tiempo de ocio con una niña de diez años, residente en un centro de acogida sevillano. «La pequeña había repetido curso, pero después de dos meses con nosotros ya ha mejorado sus notas», explica esta voluntaria, que comparte su tiempo con la menor durante los fines de semana y las vacaciones, aunque el contacto con ella a través del teléfono es casi diario.

La referencia de una familia para estos menores que pasan años alejados de un núcleo paternal se antoja clave en su desarrollo personal. «Lo único que necesitan es que haya alguien que los quiera», asegura, «la nuestra no se puede dormir sin un beso de buenas noches». Y es que, hábitos tan rutinarios como ver la televisión en familia o que se interesen por su rendimiento en el colegio pueden ayudar a mejorar la autoestima y seguridad de estos menores. «Ellos deben ver una conducta familiar que puedan repetir en un futuro», explica Chari, que reconoce que ser familia colaboradora no solo ha ayudado a la menor con la que comparten su tiempo sino también a toda su familia y vecinos. «Hemos aprendido mucho de ella, a valorar más las cosas».

Menores invisibles

Supieron de la existencia de esta figura a través de la ONG Crecer con Futuro, dedicada a trabajar en favor de los colectivos en situación de pobreza y riesgo de exclusión social, y que lleva un par de años dando a conocer el papel de las familias colaboradoras, prestando sus servicios de apoyo psicológico, formación y acompañamiento a quienes estén interesados en participar en el programa, además de colaborar con voluntarios en los propios centros de acogida. «El objetivo es dar visibilidad a estos niños porque vimos que es una realidad que se conocía poco entre la población general», detalla Cristina Vega, coordinadora del proyecto.

Ramón, que acaba de cumplir 18 años, ha sido hasta hace poco uno de estos menores «invisibles», que ha vivido buena parte de su vida en un centro de acogida. Llegó cuando tenía diez años y allí residió hasta su mayoría de edad. Sin embargo, su última etapa en el centro, antes de cumplir los 16 años, la ha pasado con una familia colaboradora, con la que a día de hoy sigue teniendo un contacto permanente. «Al principio estaba muy cortado, no sabía muy bien cómo actuar porque no tenía confianza y me daba miedo cómo me podían recibir», confiesa Ramón que se encuentra en la actualidad cursando el bachillerato. «Le estoy muy agradecido, porque me ha apoyado mucho para que estudie», asegura Ramón, que quiere cursar el grado de Trabajo Social.

El joven, que se alza ahora como la cara visible de estos menores, explica que en los centros de acogida los niños crecen «sin referente de cariño». Apoyarlos a nivel afectivo y emocional es, por tanto, uno de los principales beneficios que obtienen con estas familias colaboradoras. «Hay niños que jamás los han abrazado y no saben lo que es eso», lamenta. «Estar con una de estas familias conlleva conocer un círculo familiar e implicarte en la vida diaria cuando estás con ellos».

Desde Crecer con Futuro, su presidenta Encarnación Vega, explica que por lo pronto ya hay 33 familias dispuestas a participar en este programa de ayuda a los menores de centros de acogida del que pueden formar parte tanto familias, como parejas o personas mayores de edad. «El hecho de que un niño se sienta especial para alguien es un paso fundamental para su desarrollo», apunta. El mayor reto, sin embargo, al que se enfrentan estos niños se produce cuando alcanzan su mayoría de edad y salen de la casa de acogida. Con suerte, algunos logran pasar unos años en un piso tutelado, pero otros tantos regresan con su familia biológica ante la imposibilidad de encontrar una salida mejor.

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